Circo sin pan: sin ideas ni resultados, Milei ofrece un espectáculo patético y sombrío

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Nadie duda de que la Argentina se encuentra en un período convulsivo. Transcurridos sólo dos meses de la asunción del gobierno de Javier Milei, las referencias y percepciones en relación a sus propuestas, desempeño y consecuencias inmediatas y en perspectiva para la sociedad no son meramente discursivas, sino que se perciben en la vida cotidiana. La actividad económica y los niveles de vida para la mayor parte de la población con o sin trabajo vienen empeorando notablemente.

No es casual la veneración de Milei a la “estanflación”, es decir a la suma de una fuerte recesión con muy alta inflación aspirada e inducida como método de reestructuración y disciplinamiento económico y social regresivo. Es el complemento discursivo que plantea un reino del revés entre promesas de que “en 45 años vamos a ser Irlanda” –país que, por su parte, hoy sufre una seria crisis social- y la percepción de un más de lo mismo reiterado en la historia argentina. Es un eufemismo más desgastado del “estamos mal, pero vamos bien” de su idolatrado gobierno de Carlos Menem (1989-1999).

Argumentos falaces

El gobierno trata de mostrar resultados en aspectos que presenta como centrales para su gestión, ocultando o desconociendo antecedentes, significación y dinámicas abiertas. Lo paradójico es que el discurso “libertario” supone que el rumbo gubernamental es exitoso, y que sus resultados son positivos y auspiciosos.

  • La difusión del índice de inflación minorista de enero del 20,6% fue llamativamente interpretada en forma prometedora por el Presidente Milei en un reprotaje al diario La Nación, al afirmar que “parece un número horroroso” pero “hay que mirar dónde estábamos, cuál es la tendencia y la herencia que recibimos”. Complementándolo, sin fundamentarlo ni citando fuentes verificables, el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputoa, aseveró que “la inflación está bajando (pese a ser en los últimos dos meses la más alta desde principios del siglo XXI). “La mayoría de los economistas pronosticaban diciembre 30%, enero 30%, febrero 20%. En cambio, en diciembre fue de 25%, enero estará alrededor de 20% y febrero estará por debajo de 20%. Está viniendo significativamente por debajo de lo que se esperaba”, agregó.
  • En forma cínica, con una reiterada risita sardónica que tal vez pone en evidencia cuando diserta en un inglés limitado, el ideólogo del decreto 70/23 y la ahora abandonada Ley Ómnibus, Federico Sturzenegger, en un seminario organizado por la Universidad de Harvard refería que “hay que empobrecer a los grupos de interés para ganarles la pelea”.
  • Resulta evidente que el empobrecimiento no se verifica en la casta de lobbistas profesionales y menos aún en los grupos financieros y económicos que están jugando con crecientes negocios con deuda pública dolarizada (Bopreal, letras y notas del Banco Central, y Bonares y Globales del Tesoro Nacional, todos de alto rendimiento especulativo), que contienen circunstancialmente la presión cambiaria (diferencial entre el inaccesible dólar oficial y los dólares marginales), pero es una olla a presión a expresarse en este camino en un círculo vicioso de devaluación, inflación y descompensación fiscal.
  • Sí se percibe el deterioro en la caída del mercado interno, el empleo, los ingresos y derechos de los trabajadores, en la pérdida de ahorros en pesos y en los recortes del gasto público social (especialmente, y en forma dramática, de jubilados y planes sociales). Es decir, es evidente el golpe en el nivel de vida de la mayoría de la sociedad, siendo la percepción popular más sensible e inmediata los aumentos de boletos de transporte, combustibles y electricidad, pero también en servicios de salud y educativos privados demandados por la clase media.
  • Como si fuera una novedad histórica, voceros y medios afines al gobierno salieron a destacar con bombos y platillos que el sector público nacional tuvo equilibrio en el mes de enero, aun sin la aprobación del paquete fiscal que fue dejado de lado en el Congreso. Caputo mencionó que se logró un 0,2% menos de déficit, dividido en partes iguales entre el primario –diferencia entre gastos e ingresos corrientes– y el financiero, que incluye pagos por deuda pública. No explicó que el superávit primario ha sido habitual en la última década (2013, 2014, 2016, 2017, 2018, 2019 y 2021). Tampoco que los vencimientos de capital e intereses por deuda pública se acumulan en forma seriamente creciente en los próximos meses. Menos aún que el peso central de la caída del gasto se concentró en jubilaciones y pensiones (-32,5% a valor constante si se compara con enero de 2023), transferencias a provincias (-53,3%), salarios estatales (-18%) y en la suspensión de obras públicas (-94 %). En tanto, comenzó a aparecer el otro centro imprescindible de atención que tendría mayor significación en los próximos meses en tanto crezca la recesión: la caída de los ingresos fiscales (-1,3%).
  • Por último, en la seguidilla de “noticias positivas” se ha hecho referencia al aumento de las reservas del Banco Central de poco más de 5.000 millones de dólares desde la súperdevaluación anunciada el 13 de diciembre. Parecería acercarse al compromiso asumido con el FMI de acumular 6.000 millones a fines de marzo, pero ello ha sido logrado esencialmente por la postergación de pagos y la conversión de sospechosas –no investigadas– deudas comerciales privadas con el exterior a bonos dolarizados (Bopreal). Aun así, el cuadro de aceleración inflacionaria y juegos financieros de corto plazo incentivados por el gobierno impulsan presiones de exportadores para una devaluación del peso con la excusa de menores precios internacionales agropecuarios, pese a la expectativa de una cosecha récord y la no existencia de un “atraso cambiario” aun si se compara con el período inicial de “fiesta de dólares” del gobierno de Mauricio Macri (2015/2019).

¿Dolarización a la vista?

De todas formas, el debate más llamativo que ha vuelto a escena, y que parecía haberse diluido desde las declamaciones más estentóreas de Milei en campaña, ha sido el de la dolarización. Un disparador ha sido sin dudas el extenso y detallado documento difundido por Cristina Kirchner, Argentina en su Tercera Crisis de Deuda, en el que opina que “la novedad que Milei presenta es su verdadero plan de estabilización que es, ni más ni menos, que la dolarización”, destacando líneas de acción que lleva adelante el ministro Caputo para concretarla (intención de modificar los límites establecidos por ley para tomar deuda pública, el propósito de privatizar el Fondo de Sustentabilidad de ANSES y activos del Estado, y la vía de licuación por inflación de pasivos remunerados, emisión monetaria y depósitos en pesos).

Por cierto, Milei ha reafirmado su desprecio por una moneda nacional al ponderar que “en mi esquema el peso no existe más, nadie lo va a elegir”, pero agregando en forma enigmática y tal vez no pudiendo percibir la contradicción de sentido que “sigo con la idea de dolarizar cuando pueda hacerlo. Hay un trabajo enorme que se está haciendo desde el Banco Central y probablemente no se esté viendo. Emitimos dinero para comprar dólares”.

En el establishment local e internacional, incluyendo el FMI, se perciben diferencias de opinión en relación a la dolarización, ya no por la preocupación por las condiciones de vida de la población, sino por su viabilidad estabilizadora y reestructuradora (el ajuste inflacionario regresivo siempre es más engañoso que el deflacionario, tal como se observa hoy mismo en la conmovida Ecuador) y, sobre todo, por el temor a la respuesta de la sociedad. Surge naturalmente el recuerdo del trágico final del “ancla fija estabilizadora” de la Convertibilidad en 2001.

Apenas regresado de su gira por Israel, Italia y el Vaticano, Milei respondió al documento de Cristina indicando que “ignora algunas cuestiones básicas de economía. Por más que no le gusta, la inflación es un fenómeno monetario”, no poniendo en cuestión justamente la caracterización más significativa de Cristina para la apertura del debate, incluida en las conclusiones: “No compartimos su diagnóstico en cuanto a que el déficit fiscal es la única razón de la inflación y de la crisis argentina. Como desarrollamos en el presente documento, la escasez de dólares es la que tensiona la economía y dispara la inflación”.

En tanto, mientras en forma soberbia e irrespetuosa Toto Caputo mandaba a callar a la ex Presidenta, Milei insistía con la descalificación. Ante su falta de ideas y resultados, aseguraba que “los nuevos tiempos requieren de un poco de show”. La aspiración planteada sería entonces un espectáculo patético y sombrío.

* Profesor Titular de Economía de la Universidad de Buenos Aires. Coordinador para América Latina del Observatorio Internacional de la Deuda, investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA), analiosta senior del Centro Latinoamericano de Análisis Extranjero (CLAE)