El Proyecto Willow y el litio boliviano

211

Jesús Luque

El Proyecto Willow es una de las reservas de petróleo y gas más grandes de los Estados Unidos, ubicada en el norte del país, en Alaska, territorio virgen y área protegida. A mediados de marzo de este año el presidente Joe Biden autorizó la perforación de pozos allí, a cargo de la compañía petrolera ConocoPhillips, reserva que se estima que tendrá una extracción de 600 millones de barriles de petróleo. Con esta decisión la Casa Blanca estaría incumpliendo los compromisos ambientales adquiridos internacionalmente, al tiempo que ignora las protestas de los activistas medioambientales por los daños que ocasionará su decisión.

La explotación de esta reserva coincidentemente se da cuando el conflicto bélico redujo de forma significativa la exportación de petróleo y gas a Europa, siendo aprovechado este hecho por los Estados Unidos para convertirse en el mayor proveedor del Viejo Continente, vendiendo estos recursos con un incremento del 40% con relación al precio con el que proveía Rusia. Como dice el refrán popular: “a río revuelto ganancia de pescadores”. Sin embargo, su prioridad comercial hace que también suministre armamento como “ayuda solidaria” a Ucrania, garantizado así la prolongación del conflicto con duras consecuencias para la población de esa región, pero con grandes ganancias para el Tío Sam, que utiliza estas reservas como un comodín para manejar la oferta y la demanda.

Como se sabe, Bolivia se perfila como un nuevo productor de litio en el mercado internacional, donde su precio llegó a un máximo en noviembre de 2022: 84 mil dólares la tonelada. Pero desde ese momento empezó a bajar, debido a que el Gobierno chino cortó las subvenciones a la fabricación de coches eléctricos, afectando directamente la demanda de litio para las baterías. A esto se suma la decisión del presidente Boric de Chile de nacionalizar la industria del litio.

Un factor en el mercado de litio es una influencia que tienen los gobiernos para manejar la demanda del recurso. Bolivia, al contar con las mayores reservas de litio del mundo, ha tomado la decisión de controlar y regular su extracción, producción y explotación, y debe tomar la posición de un agente determinante en el mercado internacional, manejando la oferta y demanda no solo de carbonato de litio, sino en la producción de baterías de litio.

Para tener una posición estratégica en el mercado de litio se tiene que continuar con la diversificación de la base productiva del país, impulsando la industrialización de los recursos naturales, tanto del sector público como del sector privado, “no poniendo todos los huevos en una sola caja”. Desarrollando esta fortaleza Bolivia podrá manejar la oferta y demanda y la explotación de litio ya no vendiéndolo solo como materia prima hasta agotarlo y depender únicamente de estos ingresos, sino generando altos niveles de demanda para tener grandes ganancias, así como lo hace el amigo el Norte, y sacar reservas para bajar el precio con el fin de anular a competidores.

F