Crisis climática en Latinoamérica y el Caribe

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Agustina Medina

En un presente donde nos encontramos atravesando una crisis sistémica, ambiental, alimentaria, y donde las desigualdades se profundizan día a día consecuencia, entre otras cosas, de un sistema extractivista, debemos basarnos en datos de la realidad para poder atravesarlas generando conciencia y herramientas para poder hacerle frente en el presente y prevenir consecuencias futuras posibles, disminuyendo el impacto en las poblaciones más vulnerables ante estos efectos.

También  para poder plantear perspectivas y salidas a estas crisis con un modo de producción sustentable en el que la crisis climática y el acceso a la alimentación no sean factores de desigualdad. Recientemente la Organización Meteorológica Mundial publicó un informe que provee una actualización del estado del clima en Latinoamérica y el Caribe observado en 2021.

Como contexto global, la temperatura media en 2021 fue alrededor de 1.11±0.13°C sobre la temperatura promedio del período 1850-1900 (preindustrial). Esto es menos cálido que algunos de los años recientes debido a la influencia de La Niña al comienzo y final de año. Los últimos siete años, entre 2015 y 2021, fueron los años más cálidos con récords de temperatura. Las olas de calor rompieron récords en América del Norte y mediterráneo.

En Latinoamérica, el reporte muestra las tendencias en términos de indicadores clave:

En cuanto al aumento de la temperatura, tomando “referencias coherentes y estables”, la tasa media de aumento de las temperaturas fue de aproximadamente 0,2 °C por década entre 1991 y 2021, en comparación con los 0,1 °C por década registrados entre 1961 y 1990. En 2021, la temperatura fue por encima de la media de 1981-2010 en todas las subregiones. 2021 se situó entre  el sexto y el décimo más cálidos en México y América Central, entre el séptimo y el decimoséptimo más cálidos en el Caribe, y entre el sexto y el decimosexto más cálidos en América del Sur.

 

Las precipitaciones extremas en muchos lugares, sin antecedentes previos, donde crecidas y deslizamientos de tierra provocaron pérdidas importantísimas en 2021, se contrarresta con por ejemplo América del Sur donde las precipitaciones fueron entre un 20 % y un 60 % por debajo de lo normal en la región central y meridional de Chile, y de entre un 30% y un 50 % por debajo de lo normal en los Andes suroccidentales del Perú.

 

En la cuenca del Paraná-Plata en el sureste del Brasil, el norte de la Argentina, el Paraguay y el Uruguay las precipitaciones estuvieron por debajo de lo normal.

En cuanto a los océanos, fundamentales reguladores del sistema climático, absorben la mayor parte del exceso de energía que se acumula en el sistema Tierra, debido al aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero.

 

La temperatura superficial del mar (TSM), en un mundo más cálido, aumenta la frecuencia de las olas de calor del mar, la decoloración coralina y los daños en los arrecifes y pesquerías conexas.

 

En cuanto al nivel del mar, la energía adicional calienta el océano, y la consiguiente expansión térmica del agua provoca el aumento de nivel del mar, a esto debe sumarse el impacto del derretimiento del hielo terrestre. En la región continuó subiendo en 2021 a un ritmo más rápido que a escala mundial, sobre todo a lo largo de la costa atlántica de América del Sur al sur del ecuador y en el Atlántico norte subtropical y el golfo de México.

 

Los glaciares en los Andes de Chile y la Argentina, han retrocedido durante décadas, con una tasa diferencial de alrededor de −0,72 m de equivalente en agua al año para el período 2004-2021 en los Andes secos, y de −0,56 m de equivalente en agua al año de 1976 a 2021 en los Andes meridionales.

 

Hay consecuencias

Los desbalances en estos indicadores derivan en vernos ante la incertidumbre de más frecuentes, graves y extendidos fenómenos extremos como, ciclones tropicales, olas de calor, sequías, precipitaciones intensas e inundaciones, tormentas de arena, e  incendios forestales. Todos ellos tienen y tendrán en el futuro impactos:

En la cuenca del Paraná-Plata, hubo daños a la agricultura provocados por la sequía que redujo las cosechas, como las de soja y maíz, afectando a los mercados mundiales de cultivos. En América del Sur, las condiciones de sequía provocaron un descenso del 2,6 % en la cosecha de cereales de 2020-2021 con respecto a la temporada anterior, según el informe, por lo que vemos cómo el cambio climático está directamente vinculado con la seguridad alimentaria.

 

Chile, por su parte, también asiste a su mayor sequía en mil años, y la crisis hídrica de América Latina sigue se agravando en la cuenca del Paraná-Plata, (la peor desde 1944), que afectó al centro-sur del Brasil, partes del Paraguay y al Estado Plurinacional de Bolivia.

Los ecosistemas de América Central y América del Sur están particularmente  expuestos y son muy vulnerables a los efectos del cambio climático y cambios en el uso de la tierra antropogénicos.Según el informe, la sequía y el calor extremos, que provocan incendios forestales, dañan el bosque y los ecosistemas conexos.

 

Vemos cada vez más  migraciones y desplazamientos de población producto de efectos del cambio climático, que exacerban los factores sociales, económicos y medioambientales que provocan las migraciones. De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), los fenómenos climáticos extremos y los cambios climáticos graduales influyeron en los patrones de movilidad de las personas durante 2021.

 

América del Sur es una de las regiones con mayor necesidad de fortalecer los sistemas de alerta temprana (herramientas esenciales para una adaptación a los efectos de los fenómenos naturales en la región). La cara más feroz de la crisis climática la estamos viviendo y  afrontando los países en desarrollo, con menos recursos para hacerle frente desde el financiamiento, producto de un sistema capitalista en el que vemos como cada vez más se concentran riquezas en pocas manos y países a costa de la explotación indiscriminada y deuda de los países del sur global.

 

Es fundamental transicionar hacia una matriz energética con un  Plan Nacional de Adaptación que nos permita direccionar dicha matriz hacia una menor participación de hidrocarburos y mayor composición de energías renovables, y donde las energía nuclear es una gran opción en la que Argentina tiene grandes perspectivas.

 

En nuestra región debemos tener en cuenta que no somos los mayores responsables del desarrollo del sistema productivo extractivista y de hiperconsumo que nos llevó a esta situación, y deben ser los países del norte global quienes aporten a la transición energética de los países del sur, sin este financiamiento no habrá posibilidad de una transición que se dé de manera justa para las grandes mayorías en los países del sur.

Por otro lado, para contrarrestar los efectos que plantean les expertes de la Organización Meteorológica Mundial y del Panel Intergubernamental de Expertos en su sexto y más reciente informe, es esperanzador el rol de las organizaciones socioambientales que tejen redes e impulsan la lucha ambiental, generando conciencia sobre la problemática y volviendo masiva la participación de todes en cada movilización impulsando consignas como la ley de #EtiquetadoClaroYa, de reciente implementación, #LeydeHumedalesYa por la que se sigue luchando.

Desde el campo popular se debe responder a los desafíos a los que nos enfrenta el cambio climático desde la organización colectiva, tejiendo estas redes de las que el feminismo y ambientalismo son grandes ejemplos, que nos permitan aportar a la construcción interseccional de un ambientalismo popular que avance en su agenda reivindicativa, como ejemplo tenemos las consignas mencionadas anteriormente, hacia conquistas de una sociedad con justicia social y climática.

 

* Licenciada en Biología Molecular (UNSL), Doctoranda de la Universidad de Buenos Aires con mención en Fisiología, Facultad de Farmacia y Bioquímica, (UBA). Investigadora del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECYT) asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia y al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).