El desempleo del futuro
Alejandro Mariatti
El desempleo se convierte en una constante a partir del desmonte de los estados sociales que tenían intenciones de integración por medio del trabajo. Este deterioro gana fuerza a partir de los años 70. La modalidad que adquiere tiene un sesgo neoliberal y neoconservador, tomando al “paradigma de la activación” como referencia. Los programas que despliega colocan un notorio énfasis en la atención al desempleo a partir del enfoque de las competencias laborales como responsabilidad personal, utilizando el concepto de “capital humano” (nombre que lleva un ministerio en Argentina a partir del triunfo de Javier Milei), promoviendo un abordaje individualizado de la cuestión social que supone que la carencia está en la persona y no en el escenario.
Se estimula una interpretación psicologizada del desempleo, lo que despolitiza el abordaje, suponiendo que la clave para su resolución es moral, educativa y no estructural, que tiene más que ver con la actitud del desempleado que con los cambios ocurridos en el capitalismo, que es una responsabilidad privada del desempleado y no una responsabilidad pública de la sociedad. Estos experimentos son tratamientos terapéuticos que para nada resuelven el problema, pero tienen un impacto en las personas, profundizando una explicación como derrota subjetiva y en soledad de los desempleados; refuerzan la idea del fracaso personal, culpabilizando a las poblaciones desempleadas.
Es un enfoque metonímico que parece entender desde una o alguna de sus características singulares la compleja globalidad del proceso productivo y de ese modo identifica como problema el llamado nivel de “empleabilidad”. Es el triunfo de una ética empresarial en la vida cotidiana que convierte al individuo en una empresa. “A lo largo de los últimos 30 años, el realismo capitalista ha instalado con éxito una ‘ontología de negocios’ en la que simplemente es obvio que todo en la sociedad debe administrarse como una empresa” (Fisher, 2019). Las relaciones sociales pasan a ser ordenadas según el modelo de mercado.
Como explican Dardot y Laval (2009), el neoliberalismo es una racionalidad donde la lógica mercantil es llevada hasta los rincones más íntimos del ser. La figura del emprendedor como trabajador del futuro es colocada como el ejemplo a seguir. Lo que se busca es atender la cuestión social con soluciones individuales, que no “hagan política”, que no interfieran con el supuesto libre mercado, y las necesidades de rentabilidad de la propiedad privada. Dardot y Laval (2009) encuentran una línea de continuidad que, habiendo nacido en la construcción del mercado, llega finalmente hasta el enfoque por competencias como norma de la conducta del sujeto-empresa.
El “paradigma de la activación” (Crespo y Serrano, 2013) refiere a aquellas políticas que pretenden una nueva modalidad de atención al desempleo, más bien actuando sobre el participante en busca de un cambio emocional, actitudinal, de reconversión laboral, convocando con mayor protagonismo, reclamando proactividad y proponiendo en muchos casos procesos de aprendizaje individual para la búsqueda de empleo. Como le indicó una senadora a una profesional de la educación que ya tenía una carrera: “Sacate la tristeza y emprendé en otra actividad”. O como señaló la directora de Planificación Educativa de la Administración Nacional de Educación Pública, reivindicando el papel formativo y prioritario del mercado: “No formen demasiado en nada que luego nosotros, en el mundo del trabajo, los vamos moldeando”.
“Activar” supone encender, cargarse de activos (concepto de la contabilidad), previendo la ampliación de habilidades y conocimientos que mejorarían las posibilidades de ingresar al mercado laboral, que es intocable, imposible de ser regulado, mejorar “la empleabilidad” desde una consecuente incorporación de elementos de disciplina y adaptabilidad al nuevo mercado de trabajo de la economía global. Esta activación va muy de la mano con la promoción del emprendedurismo y el empleado-empresario-de-sí-mismo. Sin dudas, esta promoción está vinculada con las necesidades del nuevo capitalismo neoliberal, digital o de plataformas (Srnicek, 2018).
Sadin (2018) identifica este período como de “siliconización del mundo”, proceso que es consecuencia del auge de las empresas de vanguardia de Silicon Valley. El gobierno de las aplicaciones digitales y los algoritmos (Sadin, 2018) representa un gran desafío para el derecho laboral, promoviendo un avance de la desregulación laboral a partir de la uberización del trabajo (Antunes, 2021).
La utilización de inteligencia artificial que se alimenta del propio uso es expresión de la llamada “revolución 4.0”, y a partir del manejo de enormes bases de datos está desterritorializando el trabajo y atomizando a los trabajadores. Parafraseando al Maestro de Tréveris, este régimen vampiro de trabajo muerto acumulado, que sólo sobrevive chupando la sangre al trabajo vivo, acorrala al trabajador y lo deja sin sindicato y sin leyes. El empleado es devenido en responsable del costo, en la era de la hipertercerización, deslocalizando el capital fijo, los costos de mantenimiento y la organización de la tarea.
Se estimula una interpretación psicologizada del desempleo, lo que despolitiza el abordaje, suponiendo que la clave para su resolución es moral, educativa y no estructural.
En los últimos 30 años, independientemente del partido político que haya gobernado, presenciamos una secuencia ininterrumpida de programas que han estimulado esta interpretación del desempleo, justificando sus propuestas como soluciones que atienden las carencias del desempleado que, habiendo perdido capacidad para vender su trabajo, debe reconvertirse infinitamente porque la ausencia de competencias es la causa de su exclusión.
Por otro lado, se promueve la idea del empresario trabajador, algo que las empresas del capitalismo actual desean fervorosamente. En estos años, además de la batería de cursos de capacitación laboral (Projoven, Proimujer y Procladis) y el protagonismo de empresas colocadoras, tenemos la creación de figuras como la empresa unipersonal a partir de la Ley 16.713.
Se suman en este marco propuestas que jerarquizan lo educativo-laboral desde las intendencias a partir de convenios con empresas sociales (ONG). Durante el siglo XXI, presenciamos el despliegue mayor, por medio del Ministerio de Desarrollo Social, con programas como Trabajo por Uruguay, Uruguay Trabaja y Rutas de Salida en una primera etapa, ampliando su marco de promoción hacia el emprendedurismo por medio de las cooperativas sociales, la creación del monotributo social y el fomento del emprendedurismo con la creación de la marca ProVas (Pro valor agregado social). Finalmente, en el último gobierno de la coalición multicolor, estos programas se continúan, pero se les cambia de nombre, teniendo por un lado el programa Accesos, que sustituye a Uruguay Trabaja, y, desde Presidencia, el programa Sembrando Emprendedores, demostrando claramente que este enfoque es impermeable a los cambios electorales.
La promoción del “hágalo usted mismo”, o, mejor dicho, sea responsable del desempleo que el sistema capitalista provoca, es parte del relato de todos los partidos políticos. En ese sentido, el neoliberalismo ha penetrado la agenda y los discursos, y parece que no hay escapatoria. Como finalmente el desempleo parece no resolverse con estos programas, surge un nivel mayor de disciplinamiento, con la intención punitiva de resolverlo. Como la inseguridad es el tema principal de las plataformas electorales, las cárceles parecen ser el destino de aquellos que, habiendo sido expulsados del mercado de trabajo, cargan con la mochila moral de la responsabilidad privada de sobrevivir. Es una pinza neoconservadora y neoliberal. Sus puntas afiladas y enfrentadas, una portando el relato moral y la otra desde la defensa de la lógica del mercado, se cierran firmemente. ¿Podrá el progresismo escapar a los mandatos de esta pinza?
*Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Uruguay), doctor en Ciencias Sociales y Licenciado en Trabajo Social.