Enseñanzas chinas: Primer Congreso de Sinólogos Latinoamericanos
Jorge Molinero
Esta semana concluyó el Primer Congreso de Sinólogos Latinoamericanos en la Universidad de José C. Paz, en la Aregntina. Fue una oportunidad para comprender las enseñanzas de la milenaria civilización china, sus retrocesos y el poderoso renacer actual. Desde la posguerra mundial, China y algunos países de Asia Oriental son casi los únicos que lograron pasar de economías atrasadas a avanzados países industriales. Es oportuno repasar los rasgos principales de esta evolución para luego esbozar algunas ideas que puedan ser de utilidad para la Argentina.
El poder
Con distintos sistemas políticos, las conducciones en Japón (desde 1868) y desde la posguerra en Corea del Sur, Taiwán, Hong-Kong, Singapur y la República Popular China, han ejercido firme y duradero poder con independencia relativa de las clases propietarias. Desde 1978, el Partido Comunista Chino ha permitido el crecimiento de las relaciones de mercado, manteniendo estatales la propiedad de la tierra, las principales industrias y el sector financiero. El poder está en el Partido Comunista y no en la nueva burguesía que nació de su decisión.
Partir del factor más abundante
El desarrollo asiático se aceleró al usar el factor más abundante, su gran masa de campesinos. De ellos provienen los obreros industriales de bajos salarios que en una larga primera etapa se utilizaron para la fabricación de bienes simples exportados al mundo desarrollado. Inició en el proceso de acumulación originaria sin la cual no hubiese sido posible su acelerado desarrollo.
Planes de desarrollo
Para no quedar atrapados en la ventaja comparativa del factor más abundante, ejecutaron planes de desarrollo industrial. El Estado actuó como promotor de la inversión privada y también como empresario en sectores estratégicos. La economista Alice Amdsen resumió así las políticas sobre Corea: “Poner los precios deliberadamente mal”. Es decir, promoción industrial consistente en abaratar los bienes de capital mediante subsidios, rebajas impositivas, cesión de terrenos, creación de infraestructuras, educación básica, etc., lo que hacía conveniente invertir en ellos cuando por la baratura de la mano de obra no se hubiese justificado siguiendo las señales del mercado. La etapa de productos simples con mano de obra barata no era el fin, sino el inicio de un cambio cualitativo.
Altas reservas y tasas de inversión/ahorro
En todos los casos, especialmente China, han construido altas reservas internacionales tras años de superávits comerciales. Ello dio estabilidad a la tasa de cambio, lo que unido a un prudente manejo del déficit fiscal resulta en baja inflación. Por ello, las poblaciones ahorran en moneda nacional, una de las bases de sus elevadas tasas de inversión. La otra son las ganancias empresarias —estatales y privadas— que, sumadas a la alta tasa de ahorro, se invierten en industria e infraestructura. Desde 1980 hasta 2022, China tiene una tasa de inversión superior al 40% del PBI, mientras Estados Unidos promedia el 21% y Argentina el 18%.
Educación de calidad y énfasis en tecnología
No hay posibilidad de avanzar en densidad industrial quedándose en la etapa mano de obra simple, de allí el énfasis asiático en educación y tecnología. En el caso de China, al momento del triunfo revolucionario en 1949, el 83% de la población era campesina y el 80% analfabetos. Actualmente, son chinos y otros asiáticos los países que están al tope de las pruebas PISA, y el ingreso a universidades es estrictamente por mérito en durísimas competencias. Esa educación de calidad es el fundamento de los espectaculares avances en tecnología industrial y ciencia pura.
La Argentina
A diferencia de Asia, la Argentina tiene una gran dotación de recursos naturales parcialmente explotados y un nada despreciable acerbo de recursos humanos de alta calificación. Competir internacionalmente a partir de mano de obra barata no tiene sentido porque aquí no es el factor más abundante. Somos un país con mayoría urbana, actualmente el 92% de la población. Sería políticamente reaccionario y económicamente estúpido.
Muy importante es que ahora no existe el deterioro de los términos de intercambio del período 1930/2000. La gran demanda de alimentos y materias primas de China en este siglo ha elevado fuertemente su precio, por arriba de los vigentes en la etapa de la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) abortada por la dictadura de 1976. Al mismo tiempo, los bienes industriales —por la producción china— se abarataron muchísimo respecto a la etapa previa.
La demanda de commodities encontró al país en la frontera tecnológica y productiva del complejo agro-industrial-exportador, a partir de la aprobación en 1996 de las semillas transgénicas de soja, sumados la siembra directa, los herbicidas (glifosato), fertilizantes y la siembra y/o cosecha por empresas (pools), culminando en el complejo aceitero/crushing más grande del mundo aguas arriba de Rosario, con sus puertos de exportación.
La feracidad de nuestra pampa húmeda y la avanzada tecnología resultan en la alta productividad sojera, que le permite soportar retenciones superiores al 30% del precio internacional. En menor medida esto también es aplicable a otros cultivos. Además del avanzado sector agropecuario, en las últimas décadas se han descubierto ingentes recursos energéticos (Vaca Muerta) y mineros (litio, cobre, oro y otros). En los primeros tenemos dilatada experiencia propia con YPF. En gran minería muy poco.
Un proyecto posible
Es una buena enseñanza asiática partir del factor más abundante. En el siglo XXI no hay razón para no profundizar el crecimiento de la agricultura avanzada y desarrollar la explotación energética y la gran minería. Sin el incremento de las exportaciones de energía y minerales no es posible generar los superávits comerciales para atender el servicio de la abultada deuda externa generada por los gobiernos de derecha. Adicionalmente, sirven para reducir el chantaje agrario monopolizando la oferta de divisas.
Esta explotación tiene sentido si el país se apropia de parte significativa de las rentas generadas por la extraordinaria abundancia de esos recursos (captables mediante cánones, derechos de exportación e importación, sin exenciones impositivas, ingreso de divisas, etc.). Ya eran actividades de altas ganancias sin el RIGI. Esas rentas permitirían una acumulación que complejice esos sectores y otros con potencialidad de sustituir importaciones y/o generar exportaciones, aumentando la demanda de trabajadores formales con altos salarios.
La necesidad de reindustrializar el país no significa repetir igual la etapa ISI, con una economía cerrada de altísimos aranceles de importación. Con aranceles de importación en muchos casos superiores al 100%, producíamos automóviles y electrodomésticos con alta integración nacional de partes y componentes, pero sus precios reales hoy serían más del doble que los modelos equivalentes y menos sofisticados sin partes importadas. No fabricamos computadoras. Los celulares y televisores son empacados en Tierra del Fuego con cero integración industrial. Todas las ramas industriales incorporan en forma creciente insumos TIC que ni soñamos producir.
Bajo gobiernos democráticos formamos el Mercosur comerciando sin aranceles, mientras con el resto del mundo el tope arancelario se redujo al 35%. La penetración de la industria brasileña es en función de su mayor productividad por escala, menores fletes por cercanía y ausencia de aranceles. El tipo de cambio real también influye, como con el resto del mundo. Sin los acuerdos políticos aún vigentes (ante las agresiones de Milei, el Presidente Lula deslizó terminar con el acuerdo “flex”), el intercambio automotor sería desastroso para la industria local. O desarrollamos otras industrias o el intercambio industrial será crecientemente deficitario, con Brasil y en general.
Existen sectores industriales con potencial desarrollo en diversificaciones relacionadas de sectores maduros, implicando personal altamente calificado: maquinarias de siembra y cosecha, fertilizantes, semillas transgénicas e híbridas, vacunas, herbicidas, agroquímicos, e incrementar las exportaciones de alimentos como aceites, pastas, golosinas, aderezos, vinos, quesos y lácteos, frutas enlatadas, etc.
En el sector energético: insumos, componentes y bienes de capital para su operación, fertilizantes nitrogenados, hidrógeno, amoníaco, química y petroquímica, combustibles baratos para la industria en general. En litio el proceso será lento por la poca experiencia minera e industrial. Y-TEC es la punta de los avances.
Otras ramas desarrolladas o con potencial: tubos de acero, software, productos y servicios de medicina (humana y animal) incluidos farmacéuticos, energía nuclear (reactor Carem de CNEA), satélites (Arsat) y otros.
En muchos de estos sectores —inteligentemente promovidos—, podemos neutralizar ventajas de Brasil y desarrollar productos y servicios competitivos internacionalmente.
Otra enseñanza de Asia es que para que esto sea posible hay que tener educación de calidad. Sin ella no se dispone de profesionales, técnicos y mano de obra capacitados. Aquí nuestro problema es importante. Hemos tenido tres premios Nobel en ciencias, contamos con buenas universidades, buenos profesionales en el sector privado, excelentes investigadores en organismos públicos, pero la enseñanza primaria y secundaria ha venido deteriorándose a pesar del incremento de presupuesto educativo. Peor aún, la política actual condena a la enseñanza pública a la degradación deliberada y al desmantelamiento de capacidades científicas y tecnológicas logradas en décadas de esfuerzos.
No menos importante es la lección asiática de la participación activa del Estado en la promoción de la industrialización, con apoyo a la industria privada y también con la participación directa de empresas estatales. También la alta tasa de reinversión de los excedentes y ganancias en el desarrollo industrial nacional, mientras en la Argentina con el excedente se alimenta la fuga de divisas, abortando la capacidad de reproducción ampliada.
La política
La principal enseñanza de Asia en general y China en particular es que la fortaleza del poder político ha permitido prolongados períodos de políticas de Estado industrializadoras. Si no existe un poder político capaz de llevar adelante estrategias de largo plazo, ninguna de las otras enseñanzas de las experiencias asiáticas pueden llevarse a cabo en forma efectiva, sólo avances intermitentes y parciales.
Cuando revisamos la historia del peronismo vemos que desde su inicio ha tenido el poder en forma intermitente y cada vez con menor intensidad. Alto poder los nueve años iniciales y el breve lapso del retorno de Perón, poder menguante los doce años de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y casi sin poder los cuatro años de Alberto Fernández. No tenemos espacio ahora para explicar las razones de esta deriva. Volveremos sobre el tema.
Esa pérdida progresiva de poder y errores propios llevaron a la derrota electoral que ha dejado al movimiento nacional golpeado, sin conducción ni programa. La vigencia del DNU 70/2023 y la aprobación de la ley Bases, incluyendo el RIGI, significan pérdidas de derechos, beneficios desmedidos a empresas extractivas y fuerte retroceso en soberanía. Apenas cinco gobernadores no refrendaron los acuerdos del 9 de julio. Con el RIGI la explotación de Vaca Muerta y el litio no dejará casi ninguna renta que permita acumular excedentes. Un nuevo Potosí.
El gobierno está llevando el país a otro atolladero. Comenzó con una devaluación del 118% y liberación de precios sin intento de plan de estabilización ni redes de contención. En pocos meses los precios internos superaron la devaluación, empobreciendo a las mayorías sin aliviar la restricción externa, ya que la devaluación nominal no mejoró la competitividad. Sólo transferencias de ingresos del trabajo al capital y mayor endeudamiento mientras los agrarios se sentaron arriba de sus silo-bolsas.
No es responsabilidad de la oposición decir al gobierno qué debe hacer para salir del marasmo. Pasar deuda del BCRA al Tesoro no resuelve ni el déficit fiscal ni la falta de dólares. Tampoco los manotones de ahogado de Caputo despilfarrando los pocos dólares del BCRA para bajar la brecha con los paralelos, facilitando la fuga de especuladores en carry trade. No hay posibilidad de estabilización macroeconómica duradera si no se logra aumentar las reservas con superávits comerciales para controlar el dólar y posteriormente reducir la inflación.
Pero una segunda gran devaluación sería desastrosa para el sustento político de Milei, que busca evitarla al costo de mayor endeudamiento, que “el mercado” y el FMI no encuentran sustentable. Nada bueno saldrá del actual enfrentamiento de distintas fracciones del capital, se resuelva como se resuelva.
El peronismo tiene que reorganizarse y volver a acumular poder político. Una de las puntas para retomar adhesión es que los dirigentes que asuman su conducción presenten un plan creíble y sustentable para un futuro gobierno, no ilusiones sin fundamento. Aquí esbozamos algunos puntos ineludibles para ese plan. Que cada uno haga su aporte, la discusión recién comienza.
* Economista y sociólogo por la Universidad de Buenos Aires, autor del libro “Tiempos chinos”