Panorama Económico Latinoamericano – Del 21 al 28 de junio de 2023

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Cepal: América Latina vive una “crisis en cámara lenta”

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Dora Villanueva

América Latina y el Caribe vive una “especie de crisis en cámara lenta”, tasas de crecimiento bajas que se han replicado por décadas y sus efectos acumulativos a largo plazo hacen cada vez más urgente la agenda para impulsar la producción, advirtió José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Como parte habitual en sus intervenciones públicas, el funcionario exhibió que en 2023 la región está por cumplimentar una nueva “década perdida”, con un crecimiento promedio de 0.8 por ciento, menos de la mitad de 2 por ciento que rigió en los años 80. Son mínimas las perspectivas de que América Latina y el Caribe salgan de la inercia de avances económicos parcos, por lo que se perfila que vaya por una tercera década perdida, según lo expuesto por el secretario ejecutivo de la agencia.

Salazar-Xirinachs reiteró que sólo una cuarta parte de las metas impuestas por los objetivos de desarrollo sostenible se perfilan a cumplirse en América Latina y el Caribe llegado el plazo de 2030, por lo que se requiere no sólo reforzar las políticas para avanzar en ese sentido, sino que la región también reconsidere los criterios de medición del desarrollo.

Durante la inauguración de la Primera Reunión de la Conferencia Regional sobre Cooperación Sur-Sur de América Latina y el Caribe, el secretario ejecutivo de la Cepal enfatizó que el problema de crecimiento en la región se ha postergado ya por décadas, al menos desde los años ochenta, lo que ha dejado efectos acumulados en pobreza, ingresos tributarios y creación de trabajo.

Sobre esa condición se suman las restricciones fiscales que han agudizado los incrementos de tasas a nivel internacional. “El carácter desfavorable del contexto macrofinanciero mundial ha suscitado preocupación por la sostenibilidad en mercados emergentes y economías en desarrollo, entre ellas América Latina y el Caribe”, subrayó.

Explicó que en los países de la región, entre 2 y 5 por ciento del producto interno bruto (PIB) se va al pago de intereses, al tiempo que la deuda bruta de los gobiernos pasó de 32.4 por ciento del PIB en 2011 a 49.7 por ciento en 2019, para brincar a 60.3 en 2020, debido a los apoyos que se requirieron en el marco de la emergencia por la pandemia de coronavirus.

La situación de restricción fiscal se ve agudizada por la incapacidad endémica de las economías de la región para crecer a tasas altas y sostenidas”, destacó el secretario ejecutivo de la Cepal. En la disyuntiva de las obligaciones administrativas se termina por cumplir con los pagos a los actores financieros y reducir el gasto en política pública para la población, lo cual refuerza la necesidad de reformar la arquitectura financiera internacional, agregó.

Brasil: ¿Faltará petróleo?

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Jean Marc von der Weid

Es fundamental discutir la afirmación de la abundancia de petróleo en las próximas décadas, sea creíble o no. Me preocupa seriamente la increíble insensatez de economistas, petroleros y políticos, evidenciada en declaraciones de los últimos días defendiendo la explotación petrolera en aguas territoriales de Amapá.

Según todos ellos, el petróleo seguirá siendo dominante en la matriz energética mundial en los próximos 40 a 50 años y que tenemos que aprovechar esa riqueza sin restricciones “para financiar el desarrollo de Brasil y garantizar la superación de la pobreza”.

No vale la pena discutir si esta riqueza, si existe y es explotada, jugará este papel declarado. Lo más importante es discutir la afirmación de la abundancia de petróleo en las próximas décadas. Y porque un eventual (que yo y la mitad del mundo creemos que es seguro) el agotamiento del suministro de petróleo tendrá un efecto catastrófico en nuestra economía y población (y la del mundo).

Como ha prevalecido la desinformación entre quienes afirman que las reservas mundiales garantizan el suministro de petróleo durante 40 o 50 años, documentaré mi posición citando algunos personajes profundamente involucrados en esta industria.

En 2003, la Agencia Internacional de Energía (AIE) hizo esta declaración, ahora repetida por muchos aquí en Brasil: no habrá escasez de petróleo en los próximos 40 años. Pero el cálculo no tuvo en cuenta la creciente demanda de petróleo y, si esta continuaba en el promedio de la década anterior, el equilibrio de oferta y demanda se rompería en 25 años. Ni siquiera voy a argumentar que el cálculo tampoco tuvo en cuenta el hecho de que las reservas no son explotables hasta la última gota.

Incluso con altas inversiones y técnicas de extracción muy modernas, el 40 al 50% de la extracción de reservas de cualquier pozo es un límite físico, económico y energético. Solo señalo que el pronóstico, hecho en 2003, nos llevaría a un pico de producción de petróleo (convencional y no convencional) para el año 2028.

Este cálculo no podía tener en cuenta algo que aún estaba por suceder: el aumento de la producción de petróleo a partir de arenas bituminosas (Canadá) y, sobre todo, la explosión de la extracción de rocas fracturadas para obtener lo que se denomina shale (EE.UU.). Estas dos nuevas fuentes, sumadas a un poco más de petróleo obtenido en el presal, en la producción de biocombustibles y en la sustitución de gasolina o diésel por electricidad en nuevos modelos de automóviles, pospusieron la crisis por 10 años.

La producción de petróleo convencional, mucho más barato que el obtenido en aguas profundas o el petróleo no convencional, se ha estancado en su pico de producción, y comenzando a caer, leve pero regularmente, desde 2008. La creciente demanda de combustibles ha sido cubierta por petróleo no convencional.

En 2018, la AIE advirtió que los nuevos pozos que se espera que entren en operación representarían la mitad de lo que se necesita para equilibrar el mercado. También advirtió que es poco probable que el petróleo de esquisto compense el déficit, a pesar de pronosticar un suministro doble de este último para 2025.

La realidad resultó ser peor de lo esperado: la producción de petróleo de esquisto se estancó en 2019. En 2020, la AIE, el gobierno de EE. UU. y la OPEP apostaban por un lento crecimiento de la oferta de este tipo de petróleo y una estabilización en 2025. En otras palabras, si se necesitaran 30 Mb/d de petróleo de esquisto para equilibrar el mercado, el suministro debe alcanzar una meseta de 15 Mb/d.

La demanda en 2025 deberá alcanzar los 105 Mb/d, es decir, el déficit de oferta será nada menos que del 14,3%, pero analicemos más adelante qué significará este déficit para la economía mundial y la nuestra.

En 2020, la AIE anunció en su informe anual: “es probable que los petroleros pierdan el apetito por el petróleo más rápido que los consumidores de todo el mundo” y “pronto veremos nuevos ciclos de precios y riesgos en la seguridad energética”.

En 2018, el banco estadounidense Goldman Sachs anunció: “habrá, a lo largo de la década 2020/2030, una evidente carencia física de petróleo”.

En 2018, el PDG de la petrolera francesa Total declaró: “después de 2020 correremos el riesgo de quedarnos sin petróleo”. En 2020, el mismo personaje anunció una previsión de un déficit de 10 Mb/d en 2025. En 2022, la empresa de inteligencia económica más respetada en los círculos industriales, Wood Mackenzie, encontró: “el mundo se dirige hacia la escasez de suministro como un sonámbulo”. En 2021, el banco estadounidense JP Morgan anunció en un informe a los accionistas: “se vislumbra en el horizonte un severo déficit en el suministro de petróleo, más rápido de lo imaginado”.

El 28 de septiembre de 2022, el Washington Post publicó un informe de la agencia Bloomberg, que apunta a un pico de producción de todos los combustibles líquidos (petróleo convencional, arenas bituminosas, esquisto, aguas profundas, biocombustibles, ultrapesados) de 103,2 Mb/ d. La producción al cierre de 2022 alcanzó los 101,6 Mb/d. es decir, estamos a sólo 1,6Mb/d del pico, poco más del 1,5% de la producción mundial actual. Y no hay señales de una reducción de la demanda a nivel internacional, impulsada por India, China y Rusia y otros países en desarrollo. El mismo informe cita una declaración de la petrolera británica BP, que indica que el pico general se producirá entre 2025 y 2035, lo que el propio artículo califica de demasiado optimista.

Resumiendo lo comentado anteriormente: petroleras, organismos internacionales, empresas especializadas en análisis e información del sector energético (Rystad Energy), gobiernos (EE. UU., Rusia e incluso Arabia Saudita) y la prensa martillan que el fin de la era del petróleo está con los (pocos) días contados. Los más optimistas solo dicen que los días del petróleo barato han terminado. Los realistas dicen que es peor que eso, hemos alcanzado los límites físicos de producción.

En mi opinión, la discusión sobre el estancamiento de la producción y su fecha es inútil ante la unanimidad de opiniones que apuntan a un nuevo marco económico definido por la inestabilidad y el aumento de los precios del petróleo, que tienden a alcanzar rápidamente el nivel crítico de 150,00 dólares por barril. el nivel que lanzó la crisis de 2008. Los déficits entre oferta y demanda de petróleo, anunciados anteriormente, con pronósticos de ocurrir en el año 2025 (lo más probable) exacerbarán un aumento de precios que tiende a comenzar antes de este evento.

Con este panorama, ¿qué esperar de la economía mundial?

Una profunda recesión combinada con una inflación brutal. Esto tiene que ver con el hecho de que el petróleo ha sido el “motor” del crecimiento de la economía capitalista desde principios del siglo pasado. No sólo el 95% del transporte de personas y mercancías utiliza derivados del petróleo, sino que casi todos los sectores de la industria dependen de este recurso: agroalimentario, plásticos, petroquímico, confección, farmacéutico, informático, siderúrgico, la lista sigue y sigue. Todo lo que consumimos se encarecerá, no sólo porque depende del petróleo para producirlo, sino también porque depende de él para transportarlo.

Ante la amenaza de precios mucho más altos en el corto plazo y el agotamiento de la oferta en un plazo un poco más largo, la discusión sobre hundirse aún más en la dependencia de los combustibles fósiles es patética. Deberíamos estar discutiendo cómo reemplazar la gasolina y el diésel como matriz energética para el transporte y cómo ahorrar el petróleo disponible para su uso en las innumerables industrias que dependen de él. Y discutiendo cómo reemplazar, en lo posible, el petróleo como insumo básico para estas industrias.

Y lo que está en juego, tanto para Petrobras como para el gobierno (y la oposición), es invertir en más petróleo, sabiendo que es una inversión fuerte, de miles de millones de dólares, con plazo de entrega, si se da, en diez años, por lo menos.

Por otro lado, el gobierno se esfuerza por bajar los precios de los combustibles, lo que significa aumentar su uso, justo cuando deberíamos estar limitando su uso lo más rápido posible. Para completar el desastre, el gobierno propone incentivar el uso de automóviles que utilicen estos mismos combustibles que están a punto de desaparecer.

¿Puedes cometer más errores? Los diarios de la semana pasada apuntan datos que indican que, en los últimos dos años, los subsidios a la industria automotriz y sus combustibles fueron tres veces mayores que los utilizados en el aumento del transporte público, lo que traería una disminución en la demanda de combustibles, aunque sin eliminarlos No se trata de un fenómeno reciente, sino de una política sistemática totalmente desvinculada de la realidad de la inminente crisis energética, que ya se daba por descontada desde el año 2000 por los más informados.

Brasil vive un negacionismo absurdo al no enfrentar la crisis de inmediato. De hecho, incluso si adoptamos políticas radicales para reemplazar los combustibles fósiles, aún estaríamos atrapados por la escasez de energía en los próximos años. Si mantenemos la actitud que los gringos llaman “negocios como siempre”, el desastre será aún mayor.

¿Cuál es el impacto más grave de esta postura?

Hay varios escenarios posibles, dependiendo de lo que haga el gobierno.

Si se adopta una política de retención de las exportaciones de petróleo para garantizar el transporte interno y un mayor uso industrial, podríamos prolongar la agonía por menos de una década, ya que Petrobras estima que en el pico de nuestra producción se alcanzaría en 2029, y el nivel de Pico la producción podría durar algunos años más antes de que se agote aceleradamente.

El problema de adoptar esta posición es que Petrobras no es una empresa totalmente estatal. Posee acciones en bolsas de valores brasileñas e internacionales y la legislación garantiza los derechos de los accionistas, de los cuales cerca del 40% son extranjeros. Por otro lado, una parte importante de nuestra producción nacional es resultado de inversiones de grandes empresas multinacionales o nacionales (China), que han comprado agentes gasíferos del presal que querrán mantener el flujo de exportaciones.

Si el gobierno mantiene las cosas como están, el petróleo en el territorio nacional se agotará más rápido y los precios del petróleo se dispararán, desencadenando una fuerte crisis inflacionaria que se sentirá en los costos de transporte y en el costo de los alimentos.

El impacto en los alimentos será enorme. Según investigaciones de varios académicos de varios países, la agroindustria no es más que “petróleo en forma de alimento”. Estos estudios apuntan a un gasto energético de 10 calorías de aceite por cada caloría de alimento. El petróleo es parte del costo de los fertilizantes, pesticidas, mover maquinaria agrícola, transportar alimentos y procesarlos.

Comer será aún más dramático para la población que en la situación actual (que ya es grave) y no habrá Bolsa Familia para atender los daños. Por las mismas razones (el alto costo de los derivados del petróleo), los precios de los alimentos en el mercado internacional se dispararán y el reflejo de los gobiernos de retener las exportaciones para garantizar los mercados internos, ya visto en 2008, dificultará la importación de lo que no producimos.

Ya he tocado el tema de las medidas a corto y mediano plazo para empezar a “destetar” nuestra economía de la dependencia del petróleo en otros artículos. Lo que quiero enfatizar ahora es la necesidad de prepararse para la crisis alimentaria que pronto llegará. Ya estamos viviendo una crisis hoy, como resultado de la naturaleza de nuestra agricultura de exportación, los costos crecientes de la producción nacional de alimentos y el suministro insuficiente de alimentos para la población. Todo esto se hará más dramático con la crisis del petróleo o la falta de petróleo. La transición a la agroecología y la agricultura familiar se convierte en una imposición en el corto plazo.

*Ingeniero químico brasileño. Fue presidente de la UNE (Unión Nacional de Estudiantes) y fundador de la ONG Agricultura Familiar y Agroecología (ASTA).

 

La inflación argentina acumula un 42,2% en lo que va del año

 

La inflación de mayo se desaceleró en Argentina respecto al mes anterior y fue del 7,8%.  El costo de vida llegó al 114,2% a nivel interanual. Lo que más aumentó en el mes fueron los servicios. Los alimentos marcaron el incremento más bajo del año.

La división de mayor aumento en el mes fue Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles (11,9%), producto de la suba de tarifas en los servicios de electricidad y gas natural por red. Le siguieron Restaurantes y hoteles (9,3%) y Salud (9%), ésta última por aumentos en medicamentos y en las cuotas de empresas de medicina prepaga.

La división con mayor incidencia en todas las regiones fue Alimentos y bebidas no alcohólicas (5,8%). Al interior de la división, impactó la suba de “pan y cereales” y “leche, productos lácteos y huevos”.

Las dos divisiones que registraron las menores variaciones en mayo fueron Alimentos y bebidas no alcohólicas (5,8%) y Educación (4,9%). A nivel de las categorías, Regulados (9,0%) lideró el aumento seguida por el IPC Núcleo (7,8%); en tanto Estacionales registró un incremento de 6%.

Por qué bajaron los alimentos

El impacto de las tensiones cambiarias tendientes a forzar una devaluación, que se produjeron en abril y que tuvieron impacto sobre precios, no se replicaron en mayo ni en lo que va de junio. Sin embargo, el factor decisivo fue la tregua en carnicerías.

La carne es el martillo que define la inflación de alimentos y, en mayo, el precio empujó hacia abajo la suba de precios de la canasta básica. La oferta del sector se encuentra al máximo de su capacidad y se proyecta un sendero de estabilidad hasta octubre. Mientras las exportaciones se ubican al tope en 20 años, el mercado de Cañuelas atraviesa una “primavera” celebrada por el consumo interno luego de un primer trimestre feroz.

De acuerdo a la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes (Ciccra), el precio promedio de la hacienda en pie se mantuvo en el nivel de abril en el mercado de Cañuelas. La mayoría de las categorías registró pérdidas de valor, mientras que los novillitos mantuvieron su precio promedio. El valor por kilo vivo se ubicó en $ 335,5 y registró una variación de 0,2% respecto a abril y un incremento de 43,6% interanual. Considerando que el nivel general del índice de precios internos al por mayor subió poco más de 100% en el último año, en términos reales el valor de la hacienda en pie experimentó un retroceso de 31% aproximadamente.

 

Uruguay: Con tendencia al estancamiento, la actividad económica crece 1,2% 

Mate Amargo

Si se comparan los primeros tres meses del año con los mismos tres meses de 2022 (enero a marzo), se tiene que el valor generado por el trabajo nacional, medido por el Producto Interno Bruto (conocido por su sigla PIB), creció 1,2%. Con fenómenos contrapuestos como la sequía y la recuperación del turismo, la actividad económica recuperó el crecimiento ya que al cierre del año 2022 el resultado había sido negativo en -0,1%. El resultado es mediocre, pero si acumulamos el valor generado durante todo un año a marzo 2023, este es superior en 4,4% al acumulado tres años atrás en marzo 2020 previo a la emergencia sanitaria provocada por el Covid. De todas maneras el resultado promedio anual del quinquenio multicolor se encamina hacia un registro de 1.6%, muy alejado del 3,3% promedio anual para los primeros 25 años del siglo XXI.

La producción nacional

Si analizamos desde la oferta, o sea los sectores productivos que explican este desempeño en la comparación inicial (gráfico 1), los sectores que se destacan son transporte y almacenamiento, información y comunicación que creció 5,6% y servicios financieros en 5,1%. Sin duda el fenómeno de las comunicaciones vía internet y celular sigue manteniendo un dinamismo importante, y el sector financiero está rentabilizando un gran flujo de ganancias, que como demostró un informe de AEBU tiene como destino principal los depósitos bancarios.

Luego, la construcción y las actividades de comercio, servicios de alojamiento y suministro de comidas y bebidas mejoran respecto al primer trimestre de 2022 en 3,3% y 3,4% respectivamente. El aumento de la construcción de edificios se mantiene y contrarresta la menor actividad en la construcción de la planta de UPM y de la línea de ferrocarril que trasladará su producción, ambas llegando a su culminación. La mayor llegada de turistas no residentes en el país influyó en muchas actividades, en el comercio, en el transporte de pasajeros, en las agencias de viajes e inmobiliarias etc.

Influyeron en las actividades profesionales y arrendamiento y actividades inmobiliarias, que presentan una variación de +2%. También crecieron las actividades de salud, educación y otros servicios 1,5%, mientras la industria manufacturera no presentó mayor variación (0,1%), con destaque en la producción de celulosa, y en la de combustibles por parte de la refinería de Ancap.

Por otro lado, los sectores que caen en el primer trimestre 2023 respecto al del año anterior son, en primer lugar, el agropecuario, pesca y minería (-4,3%), sin duda afectado por la sequía, pero con la excepción de la silvicultura para la producción de celulosa. En segundo lugar, también caen las actividades de la administración pública (-2,4%) como reflejo del ajuste fiscal permanente que ha adoptado la política económica de la coalición gobernante, y, en tercer lugar, energía eléctrica, gas y agua (-0,7%) ante la disminución obvia de la generación de energía hidroeléctrica.

Se destaca el comportamiento negativo del sector agropecuario, pesca y minería, el cual cae a partir del segundo semestre de 2022, luego de experimentar un crecimiento sostenido impulsado principalmente por los mayores precios del sector. Por un lado, el factor climático de la sequía afectó gran parte de la producción de este sector, por otro, de forma más suave pero también se traslada a este comportamiento es el menor dinamismo en el precio de nuestros productos de exportación (commodities) que desde 2020 fueron creciendo en forma excepcional.

El destino de la producción nacional

Por el lado de la demanda, o sea el destino de la producción (gráfico 2), nuevamente si comparamos entre el primer trimestre 2023 y el de 2022, el consumo interno presentó una variación positiva que se explica por un mayor consumo de los hogares (2,63%) frente al menor consumo del gobierno (-2,62%). Como el propio Banco Central (BCU) destaca, el consumo de los hogares se incrementó a expensas del mayor poder de compra de los uruguayos que viajaron a Argentina, aprovechando la diferencia del cambio en dólares.

Y expresa textualmente “se destaca la incidencia positiva de los gastos en consumo durante los viajes de turismo en el exterior, principalmente Argentina, así como el consumo de servicios de transporte de pasajeros y prendas de vestir” . La reducción del gasto del gobierno responde a su política de ajuste fiscal, y a los menores gastos en servicios de salud por la Covid19.

La demanda externa de bienes y servicios exportados creció en 14%, el principal sostén del crecimiento global del PIB, pero en esta ocasión por la venta de servicios turísticos y otros relacionados a las tecnologías de la información.

El otro componente de la demanda, el gasto en bienes de inversión, nos muestra un comportamiento de las inversiones positivo en +2,3% en estos primeros tres meses del año con relación a igual período del año 2022. Este resultado está íntimamente relacionado con la actividad de la construcción, que ya comentamos, así como la inversión en líneas de energía y comunicaciones.

Si bien el nivel de actividad global anualizado y comparando primer trimestre 2023 con 2022 crece 3,2% y 1,2% respectivamente, tal como comentamos en el artículo anterior sobre el nivel de actividad, desde el segundo semestre de 2022 la economía pierde la velocidad de crecimiento característica de la salida de una crisis como la del COVID-19. Es decir, luego de la pandemia la economía se reactivó y con ella crecieron los sectores (algunos mejores que otros, pero en general, crecieron todos) y también lo hicieron los componentes de la demanda (interna, pero sobre todo la externa) hasta la primera mitad del 2022 donde comienza a perderse el empuje de la reactivación y ahora, con datos de los primeros tres meses del año, se visualiza también un menor ritmo de crecimiento.

Finalmente debemos tener en cuenta que el PIB acumulado anualmente en cada trimestre muestra crecimientos cada vez más menguados desde principios del año pasado, en una trayectoria de estancamiento progresivo. Cabe señalar que los analistas económicos encuestados en marzo por el BCU acerca de sus proyecciones económicas, habían anticipado el crecimiento de 1,2% para el primer trimestre 2023, y proyectaban para todo el año un aumento del PIB de 1,7%. Sin embargo, en mayo sus previsiones son a la baja, promediando para el año 2023 en 1,4%.

GRAFICO 1   
GRAFICO 2

 

Un balance de la política agrícola de los dos años de gobierno de Lasso

Nancy Medina C.

La Constitución de 2008 tiene una visión importante al reconocer los derechos e incluir el ‘Buen Vivir’ como una alternativa al desarrollo. Promoviendo así una convivencia armónica con la naturaleza, con los demás y con uno mismo. Es decir, se enuncia el cuidado de los recursos naturales y ambientales y, por lo tanto, de los sistemas agrarios que proveen a la sociedad de productos que aseguran la soberanía alimentaria.

A pesar de estos enunciados, las políticas públicas agrícolas de los tres últimos gobiernos han hecho caso omiso de los mandatos constitucionales. Tal es así que, en la pandemia del COVID-19 la situación de la agricultura familiar campesina se deprimió, en tanto que la agroexportación creció y con ello los grandes productores. También la pandemia puso en evidencia la importancia de la agricultura familiar, paradójicamente, debido a que ésta provee el 60%, aproximadamente de los alimentos de los hogares ecuatorianos, según el MAG.

A pesar de la importancia de la agricultura familiar campesina (AFC) esta resultará más afectada, contradictoriamente, con los acuerdos comerciales, el ya establecido con la Unión Europea en el gobierno de la “revolución ciudadana”, y otros promovidos en el gobierno de Lasso como el acuerdo con China y Costa Rica ya firmados y otros que están en procesos de negociación como el acuerdo con  Estados Unidos. Esto debido a que el sector agrícola es muy sensible al ser tan heterogéneo, en particular los pequeños productores.

Así la FAO afirma que “[…] la Agricultura Empresarial concentra 80% de la tierra en un 15% de las Unidades de Producción Agrícolas (UPAs), utiliza el 63% del agua para riego y hace un uso indiscriminado de agroquímicos y energía para la agroexportación. La Agricultura Familiar representa el 84,5% de las UPAs con una concentración de 20% de la tierra, cuenta con 37% del agua para riego y se dedica principalmente a la producción para la satisfacción de las necesidades básicas. […]

Más del 64% de la producción agrícola nacional está en manos de pequeños productores. La mayoría de los alimentos consumidos en el Ecuador provienen de la AFC (60%). De igual manera, la AFC contribuye con la oferta de productos de exportación, alrededor del 80% de las UPAS de cacao y 93% de las UPAS de café” (FAO 2021).

Es decir que, para garantizar la soberanía alimentaria de la sociedad ecuatoriana es necesario que el gobierno implemente políticas diferenciadas y que haya políticas para el pequeño productor. Justamente, uno de los puntos que se trató en las mesas de diálogo entre el movimiento indígena y el gobierno nacional era el fomento productivo y la política de precios de sustentación. Tema de gran importancia sobre el que no se ha hecho mayor cosa. Esto es relevante porque estamos en dolarización y nuestros vecinos tienen un proceso de apertura comercial a través de TLCs que hacen que el referente sea el precio internacional, tanto para la producción interna como para las exportaciones e importaciones. Además, son precios bajos debido a que los vecinos tienen la capacidad de devaluar y la apertura comercial, mencionada.

El gobierno de Lasso ha propuesto, al igual que los dos gobiernos anteriores, la entrega de semillas gratuitas. Esto es preocupante  porque los pequeños productores, en particular, son los que cuidan y usan las semillas que son compartidas entre productores, lo que se constituye en un proceso de identidad cultural que va pasando de generación en generación, y que se estaría vulnerado. El objetivo y el interés es aumentar la productividad y competitividad.

Lasso habló desde su plan de reactivar el agro que, además de lo mencionado, considera el acceso a créditos baratos y directos para el sector. Al respecto lo que se ha propuesto es la inyección de 200 millones de dólares en dos líneas de crédito (crédito del 1% a 30 años y una nueva línea de crédito con 100 millones y montos de hasta 20 mil dólares), pero con esto no logra cerrar la brecha de créditos públicos y privados que en el 2021 supero los 1500 millones.

En cuanto a la gran demanda de los créditos baratos, entre enero y mayo de este de 2022 se entregaron 142 millones de dólares, monto considerado como muy bajo por el Observatorio de Cambio Rural (Singaña 2022).

*Investigadora de la Unidad de análisis y estudios de coyuntura, Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Central del Ecuador

Duopolio domina la cuarta parte del mercado de maíz en México

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 Braulio Carbajal 

En México se destinan anualmente 10 millones de toneladas de maíz para la elaboración de tortillas, alimento básico de la población. De dicho mercado, alrededor de 25 por ciento está controlado por Maseca y Minsa, las dos harineras más grandes del país.

Estimaciones del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) y del Consejo Nacional de la Tortilla (CNT) indican que la industria tortillera en México tiene dos fuentes principales de insumo: la masa o nixtamal tradicional, que ocupan 70 por ciento del total de 100 mil tortillerías en el país.

En tanto, el otro es la harina, que principalmente está representado por dos empresas: Maseca y Minsa, que tienen 25 por ciento del mercado, mientras 5 por ciento restante está en manos de la empresa del gobierno Diconsa.

De acuerdo con el GCMA, ambas empresas son grandes participantes del mercado de compra de maíz, pero no pueden ser consideradas monopolio, dado que entre ambas concentran menos de una tercera parte del maíz necesario para elaborar tortillas, es decir, menos de 3 millones de toneladas de las 10 millones que se usan al año.

El miércoles, el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, llamó a productores de maíz que mantenían bloqueado el aeropuerto de Culiacán a tomar las bodegas de empresas como Minsa, Maseca y Cargill, acusando a estas empresa de estar detrás de los bajos precios que se pagan a los productores de granos.

Compras al extranjero

Aunque México es autosuficiente en producción de maíz blanco, el utilizado para la elaboración de tortillas, de acuerdo con el GCMA anualmente se importa, principalmente desde Estados Unidos, una pequeña cantidad de grano blanco.

De acuerdo con el organismo privado, anualmente empresas como Cargill, Archer Daniels Midland (ADM), Bartlett Grain, Scoular y Cofco importan aproximadamente desde Estados Unidos 17.5 millones de toneladas.

De esa total, 13.7 millones de toneladas tienen como destino empresas productoras del sector pecuario y otras 3.1 millones el rubro industrial.

De las importaciones de maíz, un pequeña parte, alrededor de 650 mil toneladas es blanco, el cual es destinado a la industria harinera, siendo las principales compradoras Maseca y Minsa.

Según su estado financiero, al cierre del primer trimestre de 2023, las ventas netas de Maseca alcanzaron un total de mil 585 millones de dólares, un incremento de 25 por ciento respecto a igual periodo de 2022, ante un aumento en la demanda de sus productos, principalmente en Estados Unidos.

En tanto, Minsa, la segunda harinera más grande del país, cerró el primer trimestre con ventas que ascendieron a mil 983 millones de pesos, un aumento de 28 por ciento en comparación con el resultado del mismo lapso de un año antes.

 

Panorama internacional

Producción de alimentos: de la “revolución verde” a la hambruna global

De la «revolución verde» a la hambruna global – Rebelion

Juan Guahán

Según recientes informes de organismos de las Naciones Unidas, un 16% de quienes mueren diariamente tienen como causa el hambre que se expande por toda la superficie del planeta. En la actualidad alrededor de mil millones de personas se levantan y acuestan padeciendo hambre.

Tal situación es producida por razones tradicionales y de larga data, que serán consideradas, a ellas hay que agregar dos factores más recientes: la sequía que se expande por los diferentes continentes produciendo una hambruna, vergonzosa para los tiempos que corren; a ello hay que agregar, también como una causal de estos tiempos, la guerra entre la OTAN y Rusia.

El crecimiento de población y la producción de alimentos

Desde tiempos inmemoriales el tema de la alimentación de una población creciente es una problemática que no encuentra soluciones valederas. Son viejas preguntas para las cuales la modernidad que estamos transitando parece no tener respuestas. En distintos momentos de la historia, fenómenos naturales o guerras, fueron la causante de hambrunas. Ellas se transformaron en algo sistemático y tuvieron continuidad a partir de la Revolución Industrial y cobraron vuelo –a mediados del siglo XIX- con los trabajos y elaboraciones del clérigo anglicano, el británico Thomas Robert Malthus.

Allí advertía, en un lenguaje particular, que “mientras la producción de alimentos crecía en progresiones aritméticas, la población lo hace en modos geométricos”, es decir mucho más rápido. A partir de allí se multiplicaron este tipo de teorías que, en ese contexto, favorecían la emigración de los más pobres; trabajar por salarios apenas suficientes para sobrevivir y reducir el consumo de alimentos. Por largo tiempo esa teoría influyó en diversas manifestaciones, manteniendo todavía gran parte de esa influencia, expresándose como política de Estado.

Siendo muy joven un día leí unas declaraciones de Roberto Mc Namara, Secretario de Defensa de los EEUU durante la guerra de Vietnam y luego presidente del Banco Mundial, donde afirmaba algo así: “Trataremos de reducir la población con el control de natalidad, si no fuera posible la guerra es inevitable”. Lo peor es que a ese vaticinio lo están cumpliendo.

Al culminar la Segunda Guerra Mundial, ante el mayor crecimiento vegetativo en las regiones pobres del mundo, en Europa, Canadá y los EEUU comenzaron las preocupaciones. Uno de los ejes para el despliegue y sostenimiento de esas inquietudes fue la creación (1945) de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Las fundaciones Rockefeller y Ford, expresivas del mayor poder económico existentes en aquellos momentos, fueron de las primeras en asumir como propias esas cuestiones y las ideas neomalthusianas quedaron instaladas como centro de las investigaciones que buscaban respuestas al tema del hambre.

Se consolidó la idea de que la resolución del problema del hambre pasaba por incrementar la producción. Para esa concepción allí estaba la solución al problema del hambre. Lo que se conocería como la “Revolución Verde” surgida del Club de Roma, en los inicios de los 60’, agrupando a científicos de 30 países, sería el camino a seguir. Nuevas tecnologías agrarias en materia de: semillas de mayor rendimiento, fertilizantes, riego, herbicidas, agrotóxicos en general y maquinarias más complejas, serían parte de la solución, según ese modo de pensar.

Efectivamente creció la producción de alimentos, por encima del crecimiento de los habitantes. Pero el hambre también aumentó, porque la concentración económica hizo que el acceso a esa mayor cantidad de comida, siga obstruida. Desde la década de los 60’ hasta le fecha, la producción de cereales y oleaginosas creció 2,75 veces y la cantidad de alimentos finales eran 2,9 veces superiores, mientras que la población aumentó solo 2,18 veces. Desmintiendo las tesis malthusonianas la oferta per cápita de alimentos creció, en el mismo período un 30%. Pero el hambre no decayó.

De lo dicho surge que los instrumentos utilizados para romper con el hambre, no lo solucionaron. En más de una cuestión esos instrumentos demostraron, vía las enfermedades producidas y la destrucción de la naturaleza que los acompaña, que ellos forman parte del problema y no de su solución.

La agricultura para el consumo, que era realizada por millones y millones de productores, fue –en gran medida- destruida por la agricultura industrial, que produce para el mercado buscando las mayores ganancias. Ése paso de un modelo productivo a otro dejó sus frutos.

La rigidez del derecho de propiedad sobre la tierra, las patentes sobre las semillas (Monsanto-Bayer controla el 90% de algunas semillas), la brutal concentración económica sobre distintos aspectos productivos y de comercialización atentan contra el acceso de los sectores más pobres a buena parte de los alimentos.

La exacerbada opulencia del modelo capitalista de producción al que presentan como único e irremplazable, tiene su contracara en la destrucción de la naturaleza, la profundidad de la desigualdad social, la masividad de la pobreza y la continuidad del hambre para buena parte de la población. Sin embargo, la mayoría de nuestra dirigencia sigue apostando a su reproducción.

Los riesgos de una hambruna se van generalizando

El hambre y la desnutrición, su efecto inevitable, siguen avanzando. Cabe aclarar que puede existir la desnutrición sin hambre, por malos regímenes alimenticios, pero no hay hambre sin desnutrición. Ésta afecta particularmente a niñas y niños, mujeres en edad reproductiva y ancianos, siendo genéticamente trasmisible a las descendencias por el ADN. Según los propios organismos internacionales, esa falta de nutrientes -a escala mundial- es la causa de las muertes del 45% de los menores de 5 años.

Además de las razones estructurales ya mencionadas, la causa inmediata de la propagación del hambre está estrechamente vinculada a fenómenos de la naturaleza, en algunos de los cuales es bastante probable que influya la actividad humana.

Durante 3 años consecutivos el fenómeno de La Niña, con sus variaciones de temperatura en los océanos, influyó en la sequía que abarcó a gran parte de nuestra región y ahora se está sintiendo en otras zonas. En nuestro país las recientes lluvias dan cuenta de la culminación de este proceso con la llegada de lo que se conoce como El Niño. Es sabido que La Niña y El Niño son manifestaciones de origen natural, pero ellos se dan en un contexto de Cambio Climático producido por la actividad humana, que altera y extrema los fenómenos naturales.

La sequía, primero afectó seriamente la producción de alimentos en el sur de nuestro continente. Pero luego se extendió hacia el norte americano y ahora se hace sentir en Europa y en África.

En Argentina, la caída en la producción de alimentos prácticamente no tiene antecedentes. Ello tiene que ver con la disminución en la cantidad de tierra sembrada y con la brutal caída en materia de producción por hectárea. Desde el punto de vista económico la combinación de ambos elementos arroja pérdidas que aún no tienen una estimación definitiva, pero ellas están entre los 25 y 30 mil millones de dólares.

En los EEUU, según el Departamento de Agricultura de ese país, los productores cosecharían solo dos tercios de sus plantaciones. No se conoce una cifra peor en los últimos 100 años.

La sequía en Europa se ha ido acrecentando en los últimos años. El déficit en la producción de alimentos está llegando a las góndolas. Las lluvias del invierno fueron sensiblemente inferiores a su promedio histórico y el verano no pinta mejor. Los analistas discrepan si es la peor sequía de los últimos 200 o 500 años. El mayor problema se da en España y Portugal, aunque los problemas de Francia no le van en zaga y el presidente Emmanuel Macron pide mesura en el uso del agua.

Las cosas no marchan mejor en el resto del mundo.  En el Este de África se vive una temporada más con falta de agua. La hambruna recorre esa región, largamente castigada.

El Banco Mundial tiene dicho que 7 países, mayoritariamente africanos: Afganistán, Burkina Faso, Haití, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur y Yemen, tienen niveles alimentarios catastróficos, con amenazas de hambrunas.

La guerra entre la OTAN y Rusia, agrava esta situación. Esta generalizada falta de alimentos, no tuvo, ni tendrá solución por la vía históricamente propuesta por la dirigencia mundial, confiada en los aspectos tecnológicos, que son parte del problema y no de su solución.

La economía de mercado, generadora de la gigantesca e insoportable desigualdad social existente es la principal responsable de la tragedia que se avecina. Mientras no se aborde el problema desde un punto de vista distinto al actual, las políticas en materia alimentaria seguirán condenadas al fracaso, tal como viene ocurriendo en los últimos 60 años.

El cinismo de la dirigencia seguirá vigente y tomará mayor fuerza en las próximas semanas. Con sus voces harán promesas, firmarán acuerdos, que no cumplirán. Los sectores más poderosos continuarán ampliando sus ganancias. La sociedad seguirá a la deriva hasta que el cansancio de los pueblos diga: ¡Basta!

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)