Brasil: ¿Puede Lula gobernar sin desafiar a Lira?

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Valerio Arcary

El presidente se enfrenta a un enemigo poderoso en el Parlamento, pero débil en la sociedad, e incluso en el Senado. Hay dos salidas para el gobierno: ceder a la presión – y conceder enmiendas y cargos – o impulsar un movimiento social en las calles para frenar el acoso de la derecha.

1. La votación de la semana pasada sobre el Marco Temporal en la Cámara de Diputados, una semana antes del juicio de constitucionalidad del Supremos Tribunal Federal (STF), fue una provocación temeraria, por las terribles y previsibles repercusiones nacionales y, tal vez peor, internacionales. La defensa de la necesidad de demarcación de las tierras indígenas es indivisible de la defensa de la Amazonia, más aún después de las consecuencias de la catástrofe del aumento de los incendios forestales, también en el cerrado, la sabana brasileña, durante los años de Bolsonaro. La osadía fue también una confirmación del lugar de Artur Lira (Partido Progresistas, presidente de la Cámara de Diputados: ndt) a la cabeza de una amplia articulación de intereses del agronegocio que chantajean al gobierno, y al propio STF.

Explicita que los dos sectores forman un bloque relativamente cohesionado que responde a una estrategia: el chantaje permanente. Pero igual de impresionante fue esta semana el nervioso embrollo de la votación in extremis, en la fecha límite, sobre la reorganización de los ministerios. La aprobación era muy probable, a pesar de los ultimátum de los derechistas, que exigían la liberación inmediata de los fondos de las enmiendas parlamentarias. El vaciamiento de los ministerios dirigidos por Marina Silva y Sonia Guajajara, con la transferencia de la ANA (Agencia Nacional de Aguas) y de la demarcación de tierras, ya consolidaba la victoria del bloque reaccionario. Lira se fortaleció y la articulación política del Palacio Planalto (sede del Poder Ejecutivo en Brasilia) se debilitó. La gobernabilidad “en frío” fue amenazada por Lira. Confiar en el Senado para ganar tiempo y en el Supremo para evitar lo peor es apostar por dos “líneas de defensa” ultradefensivas. ¿Puede el Gobierno gobernar sin desafiar a Lira? ¿Debe utilizar la “carta” de las movilizaciones populares como lo hizo Petro en Colombia? ¿Cuál es el mejor camino a seguir?

2. Sólo hay dos respuestas a este dilema. Ninguna de ellas está exenta de riesgos. La primera es persistir sólo en las negociaciones a través de conceder enmiendas y repartir cargos, llegando incluso a aumentar la presencia del centro-derecha en los ministerios, con la expectativa de que una combinación de presión social a través de redes virtuales y decisiones de los Tribunales Superiores sea suficiente. La segunda es disputar propuestas ante las amplias masas, definir una línea de campaña que corresponda tanto a las necesidades populares como al nivel de conciencia, y convocar movilizaciones. No hay lucha política seria sin asumir riesgos y admitir la posibilidad de la derrota. ¿Qué significa asumir riesgos calculados? Significa tomar la iniciativa y aprovechar las oportunidades. Requiere tres premisas: (a) dominar la información necesaria sobre el enemigo, y considerar las diferentes alternativas; (b) confiar en la capacidad de movilización de la base social, y articular alianzas; (c) apostar por la posibilidad de construir victorias.

3. ¿Qué sabemos de Lira? (a) sabemos que es poderoso dentro del Parlamento, pero débil en la sociedad, por lo tanto, su liderazgo sobre los centro-derechistas es real, pero, no es incondicional, porque tiene un enorme talón de Aquiles: como Eduardo Cunha (expresidente de la Cámara  de Diputados, uno de los principales operadores del golpe contra Dilma Rousseff, condenado por corrupción: ndt) no tiene autoridad política fuera de la Cámara de Diputados, ni siquiera en el Senado; (b) sabemos que es pragmático y que responde a las circunstancias, como se demostró durante el gobierno de Bolsonaro, pero también, que es un peligroso enemigo político; (c) sabemos que es un liderazgo de tipo “arcaico”, es decir, su mandato depende de la vieja relación de duplicidad bajo el apoyo de fracciones burguesas y, paradójicamente, el apoyo de las regiones rurales, por lo tanto, corrupto como lo demuestra el descubrimiento de la millonaria caja revelada por la investigación de la Policía Federal; (d) sabemos que el juicio del caso en el STF, en junio todavía, amenaza su destino político.

4. ¿Qué sabemos de la relación social de fuerzas en la sociedad? No salimos de una situación defensiva. Sabemos que el ánimo y la disposición para la lucha aún son débiles. Prevalece la expectativa de que Lula tenga tiempo para comenzar a resolver los problemas. Las amplias masas e incluso los sectores más avanzados entre los trabajadores y el pueblo no son hostiles a un Brasil: qué le espera a Dilma Rousseff luego de que PMDB, el principal  partido de su coalición, la abandonara - BBC News Mundogobierno de coalición. Sólo los sectores más activos y combativos han sacado lecciones de la alianza de Dilma Rousseff con Michel Temer. Además hay una sensación de alivio después de muchos años de derrotas ininterrumpidas. La inflación ha ido bajando, las cifras del PIB son favorables, el desempleo ha bajado y el consumo ha aumentado. Pero también sabemos que no se puede cambiar el estado de ánimo sin iniciativa, y que el papel de un gobierno liderado por la izquierda, aunque sea una coalición con facciones burguesas, es ayudar a sembrar la semilla de la capacidad de movilización. Hay mucha desconfianza en el Congreso Nacional y, en las franjas más vanguardistas de la izquierda, hostilidad contra Lira. Las movilizaciones de los sectores más avanzados actúan como palanca sobre las amplias masas.

5. ¿Qué sabemos sobre la posibilidad de victoria? Siempre hay incertidumbre, pero los que avanzan y toman la iniciativa tienen ventaja. Ya hemos aprendido que el impacto de las movilizaciones callejeras resuena, multiplicando audiencia, en las redes sociales. Un intento de construir movilizaciones, a partir del llamamiento de la APIB (Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil) contra el Marco Temporal, uniendo el Frente Brasil Popular y el Frente Pueblo Sin Miedo, podría ser un movimiento exploratorio de posibilidades. Unido a un llamamiento a la solidaridad con el MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra), amenazado por la CPI (Comisión Parlamentaria de Investigación) promovida por los acaparadores de tierras en la Cámara de Diputados, podría ganar apoyo popular. Por último, si la agitación incorpora una bandera política más ofensiva, como la defensa de que la crisis la paguen los ricos, o una reforma fiscal popular con un impuesto sobre las grandes fortunas y las herencias, la propiedad y la renta, tenemos tres banderas para volver a las calles. Tendrá que ser “en caliente”. Nadie dijo que sería fácil.

 

*Miembro de la coordinación nacional de Resistencia, corriente del PSOL. Columnista de Esquerda Online.