EEUU se asoma a la recesión: cinco apuntes que auguran sus números rojos
A la debilidad del mercado inmobiliario estadounidense se unen los primeros vestigios de tensión laboral y una incipiente parálisis del sector exterior, ingredientes perfectos para una recesión La tormenta financiera provocada por el colapso del Silicon Valley Bank (SVB) ha intensificado las perspectivas de una inminente recesión económica en Estados Unidos que, hasta ahora, la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), la institución que certifica el comienzo y el epitafio de las fases expansivas americanas, se ha negado a proclamar.
Esta negativa se debe, entre otras razones, al pulso vivo que manifestaban, contra todo pronóstico, los mercados inmobiliario y laboral. Incluso podría deberse a su vez a la súbita y desaforada subida de tipos de interés de la Reserva Federal, que ha dejado el precio del dinero en poco más de un año en el 5%. Asimismo, influirían los sucesivos y masivos expedientes de regulación de empleo que han desencadenado, desde el otoño pasado, las big-techs y a los que se han sumado también compañías de otros sectores.
Con todos estos factores en la coctelera, los tambores recesivos empiezan a sonar con fuerza y se escuchan entre los ejecutivos de firmas y en el mundo académico, que dan por hecho que en algún momento entre este trimestre y el siguiente la NBER se verá en la obligación de anunciar los números rojos del PIB estadounidense.
Por contra, Europa, que siempre se resfría ante el primer estornudo económico que llega de su vecino del Atlántico norte, parece que en esta ocasión se instalará en una estanflación que, si bien no es la panacea, sí que podría evitar la contracción que se dio por descontado entre los mercados a finales de 2022. Por aquel entonces, la crisis energética se intensificó tras casi nueve meses de guerra en Ucrania y los socios europeos optaron por hacer acopio urgente de reservas de gas y petróleo, mientras se vetaba a los carburantes rusos por el papel de Putin en la invasión al país vecino.
La coyuntura a uno y otro lado del océano experimenta momentos convulsos debido a la inesperada inestabilidad bancaria en EEUU y su contagio en Europa a dos gigantes de alto riesgo sistémico como el Credit Suisse y el Deutsche Bank, con operaciones de alta emergencia y mayores recursos por parte de las autoridades monetarias norteamericana y europeas.
Si partimos de estas bases, ¿cómo se manifiestan las potencias económicas occidentales? Y, sobre todo, ¿diferirán en sus ciclos de negocios? Estas cinco lecturas ayudan a analizar el clima económico e inversor.
1.- El sector inmobiliario activa el sónar en EEUU
Por supuesto, el sector inmobiliario no es el único parámetro que anticipa la recesión, pero sí el más sensible coyunturalmente hablando. Según la NBER, este ha sido hasta el inicio de 2023 el sostén de la prolongación de la etapa expansiva, aunque con un ritmo de mínima intensidad.
El mercado de la vivienda americano sugiere que la recesión ya está en marcha y apunta a un culpable nada accidental: la Fed. No es el momento de decidir compras de inmuebles, sino, más bien, de atender consumos de primera necesidad y, a lo sumo, caprichos familiares que no supongan préstamos personales.
El de la vivienda es un gran termómetro de la actividad americana. Y lo es no sólo por su valor y tamaño (que supera los 45 billones de dólares, casi la mitad del PIB global), sino también por su dinamismo en la economía. Sin embargo, el brusco tránsito de contratación de hipotecas desde el 3% de plazo fijo a finales de 2021 a más del 7% en octubre (sin contar con las tres últimas subidas de tipos de la Reserva Federal), que es considerado el salto de mayor enjundia en más de dos décadas, no hacía presagiar un año de bonanza.
Quizá por todo ello, los agentes del sector inmobiliario -constructores, intermediarios y firmas de compraventa- mantienen con respiración artificial y descuentos la llama del negocio. Con este panorama como telón de fondo, las ventas de vivienda nueva subieron en enero al nivel más alto en diez meses. Lo hicieron alentadas por ideas de incierta realidad como las rebajas de tipos (y, por ende, de hipotecas) a un año vista que se encargan de deslizar los propios intermediarios del mercado.
Más cauto sin embargo se revela el propio presidente de la Fed. Jerome Powell insiste en que “es necesario un reseteo” en las propiedades inmobiliarias, debido al hecho de que los pagos hipotecarios suponen ya el 30% de las rentas medias de las familias americanas, casi el doble que en la primera década del milenio.
Mientras tanto, los precios caen ya un 4% respecto a su techo, a mediados de 2022, y casi se ha amortiguado la subida del 45% con tipos próximos a cero durante la pandemia, según el índice S&P CoreLogic Case-Shiller. Un panorama más real que suscriben en declaraciones a The Economist analistas como Dhaval Joshi, de BCA Research, y Robert Dietz, de la Asociación Nacional de Constructores de Viviendas.
El primero de ellos, Joshi incide en las caídas de las perspectivas de inversión, que considera que en el pasado han sido siempre el preludio de una recesión. Por su parte, Dietz sostiene que se avecina una fase de descenso significativo de precios y de movimientos de capital en el mercado residencial americano. Este último sostiene, a su vez, que el aparente final de las alzas de tipos de la Fed que dejó caer por Jerome en su última explicación a los mercados (que, desde entonces, hablan de un último incremento de cuarto de punto) no implica que se inaugure una etapa de relajación monetaria.
La todavía galopante inflación contrarresta la recomendada rebaja del dinero para atender los graves daños colaterales sobre la confianza del consumo de la crisis bancaria.
2.- Las alertas se propagan por el mercado americano
El milmillonario Ken Griffin, fundador y CEO de Citadel Securities, atisba en el horizonte la recesión, así como más aumentos de tipos por parte de la Fed y un IPC todavía en “niveles traumáticos”. En una entrevista concedida a Bloomberg, ha criticado que la Reserva Federal siga utilizando la herramienta del precio del dinero para “operar una cirugía con un cuchillo de untar mantequilla”.
Aventura Griffin que los números rojos son inevitables. Por ello, aconsejaría a Powell un menor control sobre la inflación. Asegura, asimismo, que la visión del mercado se decanta hacia el freno inminente de la actividad y, en consecuencia, hacia un aterrizaje brusco del empleo, los otros dos factores que determinan la vigilancia de la Fed, según sus estatutos orgánicos. Y todo ello, sostiene, sin que haya consenso sobre la evolución de la inflación y con la tormenta bancaria arreciando.
Por su parte, Jeremy Siegel, profesor de Finanzas en Wharton, ha dejado claro en su comentario semanal que la amenaza de recesión “crece sin remedio” y considera que esto podría estrangular aún más a los activos bursátiles. Según sus predicciones, el PIB americano apenas repuntará cuatro décimas este año, lo que, en su opinión, supondrá “contracciones en los próximos tres trimestres”.
El experto recuerda además que la propia Fed predice pérdidas de empleo neto en los próximos nueve meses y un aumento de la tasa de desempleo hasta el 4,6% a lo largo de 2024. Y lo hace, según el US Census Bureau, con un pulso “muy débil” de los pedidos industriales, que han caído un 1% en febrero. Por todo ello, Siegel pide a Powell recortes en los tipos ya este año de hasta tres veces, en un cuarto de punto, para reanimar la economía.
3.- La rémora de la deuda sobre los estímulos
Los republicanos no están dispuestos a contribuir al despegue. Su portavoz en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, acaba de enviar una carta a Joe Biden en la que apuesta por un plan alternativo al de la Casa Blanca para ampliar el techo de deuda que está a punto de rebasar el Tesoro americano.
El político, que revalidó su puesto tras varios e intensos intentos de tumbar su candidatura por parte de acólitos de Donald Trump en 2022, incide en que el tiempo pasa y la propuesta de Janet Yellen no es del gusto por el ajuste presupuestario de las filas del Grand Old Party (GOP). Por si fuera poco, su armada analítica, como el House Freedom Caucus, alerta de que el ataque de la Administración Biden aleja cualquier acuerdo bipartidista, pese a que el Comité Económico Conjunto de las dos cámaras legislativas advirtiera la pasada semana de que es posible el default de EEUU por impagos de deuda.
Todo ello tendría consecuencias nefastas sobre las familias. Se calcula que los estadounidenses podrían perder 20.000 dólares de sus ahorros de jubilación y que los propietarios de viviendas podrían ver incrementadas sus hipotecas en 150 dólares al mes.
En Moody’s creen, además, que el desacuerdo sobre la deuda podría ser la puntilla al ciclo de negocios de EEUU. La falta de pacto costaría 2,6 millones de puestos de trabajo y la entrada en recesión, bien en 2023 o, a lo sumo, en 2024. Y es sólo un escenario intermedio. Un default corto ocasionaría un millón de empleos y números rojos a finales de este ejercicio, y uno largo, más de 7 millones de desempleos.
Esto tendría lugar en un momento crítico, en el que Biden se ha embarcado en una estrategia de amplios subsidios para impulsar la industria de chips y otros componentes, las inversiones verdes y avances tecnológicos, lo cual está obligando a sus rivales globales a emprender reconversiones económicas similares y cada vez de más calado.
4.- ¿Por qué aún no ha ocurrido la recesión en EEUU?
En The Atlantic repasan los motivos por los que la recesión aún no ha tenido lugar. Tras el semestre de contracción -el primero, en 2022- la mayoría de expertos presagiaba que la NBER la anunciaría en junio o, a más tardar, en octubre. Pero nada de ello ha sucedido, pese a que la inflación está desatada, los tipos se encuentran en escalada libre y existen incertidumbres como las quiebras de los bancos medianos de marzo.
La postura de la NBER está justificada por varios factores: un desempleo en la tasa más baja en medio siglo, los salarios en fase de incrementos moderados, la economía en dinamismo en la segunda mitad de 2022, las familias reduciendo sus gastos, las empresas en beneficios con confianza de consumo y de la industria y el conjunto del sector privado.
No obstante, algo ha cambiado a lo largo del trimestre inicial de 2023. En parte, esto se debe a los cuellos de botella del sector inmobiliario, los costes adicionales sobre las familias de los tipos en el 5% y un mercado laboral que se muestra cada vez más rígido. Además, ahora es el momento en el que los hogares adquieren coches de segunda mano en vez de nuevos y se retrae la decisión de adquirir una vivienda.
Mark Zandi, economista jefe de Moody’s, recuerda que “cuando la inflación se desboca y la Fed se torna agresiva con los tipos, la recesión sucede casi de inmediato”. Es el “peso de la historia”. Este análisis lo comparte Gurleen Chadha, economista para EEUU de Oxford Economics, que aduce el repunte modesto de las expectativas de los consumidores en marzo, como una percepción de que aún no se ha trasladado a la economía real las restricciones del mercado laboral y del sector inmobiliario. Tampoco lo han hecho los efectos de la crisis bancaria sobre los gastos de hogares a corto plazo.
Su compañero en la consultora, Matthew Martin, enfatiza en cambio el descenso de las exportaciones y la pírrica aportación que su sector exterior hará al PIB en el primer tramo de año, frente a un 2022 en el que contribuyó decididamente al crecimiento.
En Oxford Economics llaman la atención sobre la pérdida de horas de trabajo que se acontecen bajo la superficie de los datos de empleo y la módica subida, de dos décimas, de los salarios en marzo. Remarcan también la situación de las solicitudes de paro en la última semana de marzo, aún por debajo de la psicológica barrera de los 200.000 que suelen consumar las recesiones, pero a apenas 6.000 de las 170.000 que se registraban semanalmente en la última contracción oficial, en 2019, en los meses previos a la pandemia.
Además, constatan que la tercera y definitiva revisión, a la baja, del PIB del último trimestre del pasado año deja la actividad en el 2,6% y anticipa ya correcciones de consumo, de las ventas al exterior y un aterrizaje de los servicios y, en menor medida, de la industria.
Mohamed El-Erian resume la difícil coyuntura americana aludiendo a un auténtico trilema con el que se ha topado abruptamente la Fed: inflación, crecimiento y estabilidad financiera. A juicio de este asesor de inversiones de Allianz, la tormenta bancaria puede enterrar a EEUU en una nueva recesión.
5.- Europa sale a respirar
Europa respira tranquila espoleada por las sorprendentes expectativas de negocio de las firmas germanas de marzo, según el índice Ifo, en el que se augura que la locomotora europea estabiliza su actividad a pesar del tsunami bancario. El alza hasta el nivel 91,2 -frente a las predicciones de los analistas, en los 88,3 puntos- denota un ritmo de creciente dinamismo, avisa Clemens Fuest, presidente de este instituto de análisis económico.
Esta señal, para beneplácito de las grandes economías del euro, se conjuga con el aumento del índice compuesto PMI de gestión de compras, un fiel barómetro adelantado de la actividad y que creció en marzo hasta los 54,1 puntos desde los 52 de febrero, el décimo mes consecutivo de incrementos y muy por encima de la frontera de los 50 puntos que determinan la contracción del dinamismo en este indicador que realizan en S&P Global Market Intelligence.
En Alemania, el PMI subió hasta los 52,6 puntos (por encima de la estimación de los 51), en línea con la actividad manifestada por el sector privado francés, que, pese a los paros por la reforma de las pensiones, alcanzó los 54 puntos, dos y medio por encima de la predicción del mercado y con el esperado buen comportamiento del mercado laboral avanzado por el Gobierno español.
Los análisis estiman que la economía del euro, a lo sumo, registrará un año de estanflación, pero que podría convertirse en un ejercicio de cierto vigor si el BCE frena las subidas de tipos por los riesgos sobre la estabilidad financiera de las tensiones bancarias en EEUU.