El regreso de la Alianza para el Progreso en su versión extractivista: viven por el litio
A fines de enero, la consultora Global Data estimó que la Argentina se constituyó en el cuarto productor mundial de litio, el insumo básico para la elaboración de baterías útiles para la conservación de energía en aparatología portátil para celulares, computadoras, vehículos eléctricos y paneles de energía solar. Según los diferentes relevamientos, nuestro país cuenta con aproximadamente el 19,3% de las reservas mundiales de litio.
El litio extraído en la Argentina se destina a la exportación. Las tres provincias que lideran esta práctica extractiva –Catamarca, Salta y Jujuy– obtienen en formato de regalías mineras un 3% de los recursos que resultan de su extracción. Además, salvo un proyecto que se ejecuta en el salar de Olaroz –ubicado en el Departamento Susques, en Jujuy–, los restantes, que ascienden a una decena, son iniciativas del capital extranjero: estadounidense, canadiense, chino, australiano y japonés.
El litio es un mineral abundante a nivel global y se encuentra en diferentes formas de la arcillas, aguas geotermales, en el mar, en la roca y en salares continentales. Estos últimos son de más fácil acceso y son los que abundan en el llamado triángulo del litio (la Argentina, Bolivia y Chile). Las tecnologías desarrolladas en la actualidad hacen de los salares los territorios más económicos y rentables para acceder al mineral. Según estimaciones de las empresas automotrices, cada vehículo eléctrico requiere entre 30 y 60 kilos de carbonato de litio para sus baterías eléctricas.
Los valores internacionales de este recurso natural se han incrementado en forma persistente en la última década. En enero de 2020, las transacciones promediaban los 6.000 dólares la tonelada, pero entre 2021 y 2022 su precio llegó a rondar los 80.000 dólares. En los últimos años el incremento ascendió a un 400%. En la actualidad, China lidera la producción mundial de autos eléctricos, luego de haber importado casi todo el litio ofertado a nivel global. Dada la guerra comercial plantada por Washington contra Beijing, el gigante asiático ha realizado importantes inversiones en el triángulo sudamericano.
En Chile, la corporación Tianqi se consolidó como la empresa más importante. En Bolivia, la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) busca operativizar acuerdos con corporaciones alemanas y chinas, mientras la embajada de Estados Unidos intenta fogonear el descontento y paralizar dichos acuerdos. En la Argentina, Ganfeng se configuró como el accionista mayoritario de la planta de Caucharí-Olaroz, candidata a convertirse en una de las más productivas a nivel global. Ambas corporaciones chinas –Tiangi y Ganfeng– ocupan dos de los tres puestos más relevantes entre las empresas mineras dedicadas a la extracción de litio.
Según el estudio Minerales para la acción climática: la intensidad mineral de la transición de energía limpia, del Banco Mundial, la demanda global se incrementará un 500% en las tres próximas décadas. Eso explica la sinceridad brutal de los funcionarios de Estados Unidos. Una de sus portavoces para la región, la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur, dejó en claro la ambición de Washington sobre dichos recursos. Según los utilitarios relevamientos realizados por el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), la Argentina cuenta con 870.000 hectáreas disponibles para su explotación, motivo por el cual su producción debe ser monitoreada por quienes se asignan la tutela de su patio trasero.
País mirando al este
Un reciente informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales considera al litio argentino como “un recurso fundamental para Estados Unidos, en su carrera con China”. Una lectura entre líneas de dicho documento deja en claro que el país ofrece grandes oportunidades gracias a que es el menos regulado de la región, tiene carencia de dólares, ofrece recursos humanos asequibles y además se encuentra en una situación económica delicada por el endeudamiento externo.
En esa misma línea, el investigador de la Universidad de Harvard, Andrew Sady-Kennedy, difundió en mayo de 2022 un denominado ejercicio de análisis de políticas en colaboración con la Oficina de Recursos Energéticos (ERB) del Departamento de Estado.
En ese documento, Sady-Kennedy presenta el apuntalamiento de alianzas (ally-shoring) necesario para la disputa estratégica contra China. Su intención –como lo fue hace cinco décadas la Alianza para el Progreso– es cosificar las economías de la región en su sitial extractivista e impedir la multipolaridad que permite mayores espacios de autonomía soberana. De alguna manera, el dispositivo de alianzas propuesto no es más que un mecanismo destinado a excluir a Beijing y al mismo tiempo garantizarse los recursos estratégicos necesarios para no perder liderazgo geoeconómico.
Según el autor, “el ally-shoring es un proceso mediante el cual las democracias integran más sus cadenas de valor críticas, profundizan el intercambio de bienes, servicios y materias primas esenciales para resguardar sus economías e inversiones a largo plazo”. La propuesta, además, es quebrar el vínculo comercial de América Latina y el Caribe con el gigante asiático. Coherente con esa propuesta, la Oficina de Recursos Energéticos del Departamento de Estado ha impulsado una serie de reuniones, promesas y chantajes para apoyar la Iniciativa de Gobernanza de los Recursos Energéticos (ERGI), cuyo capítulo más relevante se vincula con el triángulo del litio.
Frente a esta realidad –enmarcada en la presión que ejerce Washington a través del FMI y de sus socios neoliberales locales– aparece como imprescindible la coordinación de articulaciones regionales y geoestratégicas. Por un lado, articulando las negociaciones y los potenciales acuerdos desde un paraguas de integración como la CELAC y, por otro, reorientando la política exterior hacia los BRICS, cuyo eje central es Beijing, Nueva Delhi y Moscú.
Solo desde ese paradigma será posible viabilizar un esquema de industrialización que integre diferentes eslabones de la cadena de valor, como baterías terminadas y tecnologías asociadas a las necesidades de los automóviles eléctricos. Solo ese espacio de inserción geopolítica brinda alguna posibilidad de superación de la lógica extractivista y la consecuente primarización que condena a la falta de trabajo de calidad a un tercio de la población argentina.
*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)- Publicado en elcohetealaluna