La crisis del capitalismo democrático
Michael Roberts
En su último libro, el columnista del Financial Times y gurú keynesiano Martin Wolf, parte de la premisa de que el capitalismo y la democracia van como la mano en un guante. Pero está preocupado.“Vivimos en una época en la que los fracasos económicas han sacudido la fe en el capitalismo global. Algunos ahora argumentan que el capitalismo es mejor sin democracia; otros que la democracia es mejor sin el capitalismo”.
Wolf define ‘democracia’ como “sufragio universal, democracia representativa, elecciones libres y justas; participación activa de las personas, como ciudadanos, en la vida cívica; protección de los derechos civiles y humanos de todos los ciudadanos por igual; y un estado de derecho que obliga a todos los ciudadanos por igual”. Por capitalismo, “me refiero a una economía en la que los mercados, la competencia, la iniciativa económica privada y la propiedad privada juegan un papel central”.
Wolf reconoce que “el capitalismo y la democracia son opuestos complementarios: se necesitan mutuamente para prosperar”. Y tal vez tenga razón en que una autocracia fascista para sostener el capitalismo y los dueños del capital -una posibilidad real en la próxima década más o menos- sería la última jugada del capitalismo, ya que finalmente quedaría expuesto no como un ‘ complemento’ de la democracia, no la madre de la democracia, sino su opuesto y su destructor.
No es de extrañar que esté preocupado, ya que en sus libros anteriores elogió el éxito del progreso capitalista en todo el mundo. Ahora dice, “los acontecimientos posteriores han demostrado que esta confianza se construyó sobre cimientos frágiles. Las finanzas liberalizadas demostraron ser inestables. Me di cuenta de esto durante la crisis financiera asiática, como expliqué en mi libro Por qué funciona la globalización. Pero la preocupación se volvió aún más apremiante después de la crisis financiera mundial y la Gran Recesión de 2007–09, que fueron el tema central de un libro posterior, The Shifts and the Shocks. Además, la economía mundial estaba generando desequilibrios macroeconómicos desestabilizadores”.
Hay que hacer algo, porque para Wolf hay ya una cuenta atrás hasta el final del ‘capitalismo democrático’: “cuando miramos de cerca lo que está sucediendo en nuestras economías y nuestras políticas, debemos reconocer la necesidad de un cambio sustancial si el núcleo de los valores occidentales de la libertad, la democracia y la Ilustración deben sobrevivir”. Pero parece que la gente no quiere su capitalismo democrático.“Karl Polanyi argumentó que los seres humanos no tolerarían por mucho tiempo vivir bajo un sistema de mercado verdaderamente libre. La experiencia de las últimas cuatro décadas ha reivindicado este punto de vista”.
Lo que más le preocupa es la posibilidad de la revolución. De la misma manera que el reaccionario Edmund Burke en el siglo XIX condenó la Revolución francesa, el objetivo ahora debe ser evitar la revolución porque conduce a la “destrucción y el despotismo. Solo el poder desenfrenado puede lograr un derrocamiento revolucionario del orden existente. Pero el poder desenfrenado es destructivo por naturaleza: destruye la seguridad en la que pueden basarse las relaciones humanas productivas y vivir una vida decente”.
Wolf cree en el desarrollo benevolente del capitalismo democrático, cuando los líderes ilustrados transformaron las economías de la servidumbre al capitalismo y de la autocracia a la democracia. Pero la democracia nunca fue el amable regalo de los capitalistas. La democracia que tenemos ahora tuvo que ser luchada contra la amarga oposición de los poderes fácticos durante siglos, luchada por muchos contra la oposición de unos pocos. La gente tuvo que luchar para acabar con la esclavitud y la trata de esclavos; tuvo que luchar por el voto (los cartistas, el derecho de reunión; y para organizar sindicatos (los mártires de Tolpuddle); y por el estado de derecho (contra las monarquías y las dictaduras).
El capitalismo no concedía estas cosas, tenían que ser arrebatadas de las manos del capital Era la lucha de clases (“toda la historia anterior es la historia de la lucha de clases”) que logró incluso estas formas limitadas de democracia que algunos de nosotros en el mundo ahora ‘disfrutamos’. La democracia y el capitalismo no van juntos. De hecho, cuando el capitalismo se convirtió en imperialismo a fines del siglo XIX, no había democracia para los miles de millones en el mundo colonial (solo represión feroz: Irlanda, India, Vietnam, etc.).
Wolf no quiere revoluciones, pero fue solo a través de revoluciones como la gente obtuvo derechos de la mano muerta del capital. La Guerra de Independencia de los Estados Unidos liberó a los colonos del control autocrático del estado británico. La Revolución francesa fue sangrienta y finalmente terminó en una dictadura (Napoleón), pero también terminó con la monarquía absoluta, los derechos feudales y estableció alguna forma de asamblea nacional y el estado de derecho. ¿Habría sucedido eso a través de algún proceso de cambio gradual por parte de comerciantes y capitalistas benévolos?
Los mismos argumentos se pueden aplicar a las revoluciones rusa y china. Si no hubiera tenido lugar, ¿hubiera habido eventualmente democracia en Rusia o, en cambio, la continuación del zarismo absolutista o alguna autocracia oligárquica corrupta (como Rusia tiene ahora)? Sin la revolución, ¿China habría superado pacíficamente la ocupación japonesa, el control imperialista extranjero y el ‘caudillismo militar’ hacia un gobierno democrático basado en el capitalismo que sacase a los chinos de la pobreza? ¿O requería un estado chino que aboliera el capitalismo y planificara la economía para lograrlo?
Se supone que el capitalismo estadounidense es la personificación del capitalismo democrático; ciertamente Wolf argumentaría eso para el siglo XX. Y, sin embargo, el capital estadounidense ha luchado contra los derechos civiles, los sindicatos y los impuestos a los ricos, la igualdad ante la ley, y todo esto en la edad de oro del ‘capitalismo democrático’. Wolf está preocupado ahora por el aumento del trumpismo y el populismo que amenazan la democracia. Pero no tiene nada que decir sobre el ‘bushismo’ antes de eso. ¿Logró el capitalismo estadounidense la democracia con su invasión de Irak y Afganistán? Y cuando hubo un gobierno socialista elegido democráticamente en Chile en la década de 1970.
¿El capitalismo aceptó tranquilamente la democracia allí u organizó y apoyó un golpe militar brutal que abolió todos los criterios democráticos de Wolf? ¿Apoyó el capital global la lucha de décadas contra el régimen del apartheid de Sudáfrica; ¿O, en cambio, aceptó el encarcelamiento y las ejecuciones de dirigentes negros que luchaban por la democracia? ¿Condena el capitalismo democrático la pesadilla del régimen absolutista saudí de jeques no elegidos que están librando una guerra horrible en Yemen; ¿O apoya con las armas a este régimen asesino de periodistas?
Según Wolf, la expansión del capitalismo y la economía de mercado a nivel mundial ha ido de la mano con el surgimiento de las democracias a nivel mundial.
Y aquí cita al Marx y Engels del Manifiesto Comunista prediciendo el éxito del capitalismo a mediados del siglo XIX. “Karl Marx y Friedrich Engels entendieron esto. En el Manifiesto Comunista, uno de los documentos más importantes del siglo XIX, describieron brillantemente la economía capitalista emergente”. Creo que por eso, en el lanzamiento de su libro en la London School of Economics, Wolf al parecer dijo que:“No puedes ser un científico social inteligente a menos que seas marxista”.
Por supuesto, estaba ignorando deliberadamente la otra cara de la moneda capitalista que explicaba el Manifiesto. Con la acumulación y el crecimiento capitalista vino la intensa explotación del trabajo humano. El capitalismo surgió de los modos de producción anteriores, no a través de una expansión benigna de la democracia, sino a través de la destrucción de las tierras comunales y los cercados que obligaron a las personas a realizar trabajo asalariado para el capital; y por la represión de los pueblos indígenas imponiendoles la esclavitud y el sometimiento. El capitalismo no surgió como un ‘opuesto complementario’ a la democracia sino que se construyó sobre la acumulación de capital facilitada por la esclavitud: “la esclavitud velada de los trabajadores asalariados en Europa necesitaba, para su pedestal, la esclavitud pura y simple en el nuevo mundo. . . el capital llega chorreando de pies a cabeza, por todos los poros, sangre y suciedad”.(Marx, El Capital).
La posición de Wolf es ingenua o simple hipocresía. Ignora las contradicciones en sus ‘opuestos complementarios’ del capitalismo democrático liberal. En cambio, destaca que el verdadero enemigo de la democracia no es solo el trumpismo sino“el ascenso de la autocracia a nivel mundial y, sobre todo, el aparente éxito del capitalismo despótico de China”.
Y aquí viene la súplica casi desesperada de Wolf. Mientras que en la década de 1990, estaba abrumadoramente convencido de que el futuro nos deparaba un capitalismo democrático liberal y respaldó la (in)fame declaración de Francis Fukuyama de que, con el colapso de la Unión Soviética, era el ‘fin de la historia’ “es decir, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma definitiva de gobierno humano”. Pero ahora todo está cuesta arriba.
¿Por qué todo salió mal? ¡Es la economía, estúpido! Parece que la economía capitalista no tiene tanto éxito después de todo: “la decepción económica es una de las principales explicaciones del auge de los populismos de derecha e izquierda en las democracias de altos ingresos”. Ahora“muchas personas en los países de altos ingresos condenan el capitalismo global de las últimas tres o cuatro décadas por estos resultados decepcionantes. En lugar de generar prosperidad y un progreso constante, ha generado una desigualdad vertiginosa, empleos sin futuro e inestabilidad macroeconómica”.
¿Por qué está fracasando el capitalismo? Wolf primero admite que el período de la Edad de Oro de la llamada ‘economía mixta’ keynesiana, cuando el mercado podía ser ‘gestionado’ con políticas gubernamentales sabias para evitar crisis económicas y excesos de mercado, no duró. Fue desacreditado por “la combinación de alta inflación con alto desempleo” y la interferencia del gobierno solo empeoró las cosas al reducir la rentabilidad de las empresas y ralentizar la productividad.
Más tarde, en el período neoliberal de la década de 1980, la desigualdad de ingresos y riqueza aumentó considerablemente y el sector financiero comenzó a hacerse cargo, lo que provocó una caída en la inversión productiva y, por lo tanto, del crecimiento de la productividad y el surgimiento de lo que Wolf llama el ‘capitalismo rentista’. Así que todo es culpa del giro del capital industrial productivo progresista al capital financiero frágil e improductivo: “la fragilidad macroeconómica que afecta a los países de altos ingresos se debió en gran parte a la dependencia del sistema financiero para generar demanda”.
Este capitalismo rentista tiene muchos aspectos: “financiarización, (mal) gobierno corporativo, mercados en los que el ganador se lo lleva todo, rentas de aglomeración, debilidad de la competencia, elusión y evasión de impuestos, búsqueda de rentas y erosión de las normas éticas”. Wolf nos brinda capítulos y versículos con una variedad de gráficos reveladores sobre el aumento de la desigualdad, la caída del crecimiento de la productividad, el auge del sector financiero, el fin de la expansión del comercio mundial, etc., lo que el FMI llama “Slowbalization” (globalización lenta).
Este malestar fue especialmente evidente después de la Gran Recesión de 2008-2009 y los diez años posteriores a la crisis de la pandemia, el período que llamo la Larga Depresión.“Las economías del mundo occidental son más pobres de lo que imaginaban hace diez años. Deben esperar un largo período de contracción”. ¡Vaya por Dios!.
Pero estos son síntomas, no una explicación. ¿Por qué el capitalismo de la ‘edad de oro’ de la década de 1960 dio paso primero a la ‘estanflación’ en la década de 1970 y luego a la caída del crecimiento de la productividad y una economía rentista en las dos últimas décadas del siglo XX? Wolf solo insinúa que este “malestar es en parte el resultado de fuerzas profundas e ineludibles, especialmente la desaceleración del crecimiento de la productividad, el impacto desequilibrado de las nuevas tecnologías, los cambios demográficos y el auge de los países emergentes, especialmente de China”. Wolf no ofrece una explicación adecuada: no considera la rentabilidad del capital productivo.
El capitalismo está fracasando. Entonces, ¿qué hacer? Bueno, debemos salvar el capitalismo con una serie de reformas. Después de todo, como argumenta Branko Milanovic, antiguo funcionario del Banco Mundial, el capitalismo está “solo”: ha ganado. “No existe actualmente ningún otro sistema creíble para organizar la producción y el intercambio en una economía moderna compleja”.
La alternativa del socialismo democrático con una economía planificada dirigida por organizaciones de trabajadores es una tontería, no es posible y es francamente peligrosa. “Casi nadie defiende todavía una economía planificada centralmente sin al menos cierta dependencia de las fuerzas del mercado y la propiedad privada de los activos productivos”. El socialismo democrático no es una alternativa: es el ‘capitalismo liberal democrático’ de Occidente o el ‘capitalismo político autocrático’ de Oriente. Esa es la única opción en el menú para la humanidad.
Los que “aspiran nada menos que a la revolución anticapitalista” no tienen ninguna posibilidad de llegar al poder. Y gracias a Dios. Porque tal transformación “solo podría ser implementada con una dictadura, y una dictadura global. Tal régimen no está (felizmente) en el horizonte. Esto es, en el mejor de los casos, es una utopía poco realista. En el peor de los casos, es otro de una larga sucesión de llamamientos “progresistas” a la tiranía”. Para Wolf, la idea de una democracia socialista es “una quimera, un fuego fatuo”. Tal combinación de poder económico y político terminaría, tarde o temprano, como la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro o el estado soviético. Incluso en China, “el poder estatal arbitrario hace que toda propiedad privada sea insegura y, por lo tanto, amenaza la economía de mercado”. Verá, “el socialismo pleno es inherentemente antidemocrático y anticompetitivo. Esto se debe a que, en el fondo, es otro sistema más en el que se fusionan el poder político y el control sobre recursos valiosos”, a diferencia del capitalismo, por supuesto.
Habiendo descartado la revolución y el socialismo como la respuesta al fracaso del capitalismo democrático liberal, Wolf, como era de esperar, vuelve a un New Deal al estilo keynesiano. En este ‘nuevo’ New Deal, “lo que necesitamos son sociedades que sirvan a todos, ofreciendo oportunidades, seguridad y prosperidad. Esto no es lo que tienen ahora muchas democracias de altos ingresos”. ¡En efecto! “Pero el requisito clave es estar preparado para ser bastante radical ( ¡! MR), al tiempo que se piensa de manera sistemática, rigurosa y realista. Esto es ingeniería social fragmentaria en la práctica”. Ahí lo tenemos: radical… pero realista… poco a poco… ingeniería social.
¿Qué implica esto? “Necesitamos fortalecer nuestras democracias, reforzando el patriotismo cívico, mejorando la gobernabilidad, descentralizando el gobierno y disminuyendo el papel del dinero en la política. Debemos hacer que el gobierno sea más responsable. Debemos tener medios que apoyen la democracia en lugar de destruirla. Solo con tales reformas hay alguna esperanza de restaurar la vida vigorosa de esa delicada flor, el capitalismo democrático”. Todo esto me parece tan utópico como Wolf afirma que es el socialismo democrático; y claramente inadecuado para aumentar el crecimiento de la productividad, reducir la desigualdad y aumentar los ingresos de la población mundial.
Aunque la democracia liberal está amenazada por una variedad de estados autocráticos (aparentemente, no es al revés: a saber, el ‘capitalismo democrático’ de EEUU y sus aliados los que amenazan a los ‘estados autocráticos’ que se resisten), debemos evitar la guerra con países como China y Rusia (perdón por esta última).“La relación con China debe ser de cooperación, competencia, coexistencia y confrontación, pero no, esperemos, un conflicto abierto y mucho menos un conflicto armado. Eso sería una catástrofe”. Dile eso a los estrategas del capitalismo democrático en América y Europa.
Wolf termina su largo ensayo con bastante pesimismo sobre las perspectivas de que su New Deal se materialice. “Mientras escribo estos últimos párrafos en el invierno de 2022, me encuentro dudando si Estados Unidos seguirá siendo una democracia funcional al final de la década. Si la democracia estadounidense se derrumba, ¿qué futuro puede haber para la gran idea del “gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”? Esa gran idea ya ha desaparecido en los EEUU hace mucho tiempo. Y no tiene futuro en el capitalismo del siglo XXI.