Eduardo Camín
Jefes de organismos internacionales pidieron a gobiernos y países donantes la adopción de medidas urgentes para hacer frente a la crisis de seguridad alimentaria y nutricional sin precedentes, tras destacar que 349 millones de personas en 79 países sufren de inseguridad alimentaria aguda y que la prevalencia de la subalimentación va en aumento
El 8 de febrero, los jefes de la Organización Mundial del Comercio, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el Fondo Monetario Internacional, el Grupo del Banco Mundial y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas emitieron una declaración conjunta pidiendo una acción urgente continua para abordar la crisis mundial de seguridad alimentaria y nutricional.
Se trata, en realidad, de la tercera declaración conjunta de los líderes de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el Fondo Monetario Internacional, el Grupo del Banco Mundial, el Programa Mundial de Alimentos y la Organización Mundial del Comercio sobre la crisis mundial de seguridad alimentaria y nutricional.
A nivel mundial, tanto la pobreza como la inseguridad alimentaria están aumentando después de décadas de progreso en el desarrollo. Las interrupciones de la cadena de suministro, el cambio climático, la pandemia de Covid-19, el endurecimiento financiero debido al aumento de las tasas de interés y la guerra en Ucrania han causado un shock sin precedentes en el sistema alimentario mundial, con los más vulnerables más afectados.
La inflación de los alimentos sigue siendo alta en todo el mundo, con docenas de países que experimentan una inflación de dos dígitos. No solo la inseguridad alimentaria aguda, sino que la prevalencia de la subalimentación también está aumentando, después de tres años de deterioro. Se espera que esta situación empeore, y que los suministros mundiales de alimentos caigan a su nivel más bajo en tres años.
Las necesidades son particularmente urgentes en 24 países que la FAO y el PMA han identificado como focos de hambre, incluidos 16 en África.
La FAO evalúa que en todo el mundo 45 países −de los cuales 33 están en África, nueve en Asia, dos en América Latina y el Caribe y uno en Europa−, necesitan ayuda alimentaria externa. Las elevadas tasas de inflación plurianuales siguen agravando las condiciones de inseguridad alimentaria, sobre todo en los países de bajos ingresos con déficit de alimentos.
Los conflictos y los fenómenos meteorológicos extremos siguen siendo los principales responsables de la grave inseguridad alimentaria aguda en el mundo, con especial preocupación por la situación en los países de África oriental y occidental.
La asequibilidad de los fertilizantes, definida por la relación entre los precios de los alimentos y los precios de los fertilizantes es también la más baja desde la crisis alimentaria de 2007/2008, lo que ha provocado una disminución de la producción de alimentos y ha tenido el mayor impacto en los pequeños agricultores, lo que agrava los ya elevados precios locales de los alimentos.
Por ejemplo, la reducción de la producción de arroz en 2022, de la cual África es el mayor importador mundial, junto con la perspectiva de una disminución de las existencias, es motivo de gran preocupación. En respuesta a las inflaciones en los precios de los alimentos, los combustibles y los fertilizantes, los países han gastado más de 710.000 millones de dólares en medidas de protección social que cubren a 1.000 millones de personas, incluidos unos 380.000 millones de dólares en subsidios.
Sin embargo, sólo se gastaron 4.300 millones de dólares en los países de bajos ingresos en medidas de protección social, en comparación con 507.600 millones de dólares en los países de altos ingresos.
Para evitar un empeoramiento de la crisis de seguridad alimentaria y nutricional, sostiene la declaración se necesitan más medidas urgentes para rescatar los puntos críticos de hambre, facilitar el comercio, mejorar el funcionamiento de los mercados y fortalecer el papel del sector privado, y reformar y reorientar los subsidios perjudiciales con una focalización y eficacia prudentes. Los países deben equilibrar las intervenciones urgentes a corto plazo con los esfuerzos de resiliencia a más largo plazo al responder a la crisis.
Salvar los puntos calientes del hambre
El llamamiento es para que apoyen los esfuerzos a nivel nacional para abordar las necesidades en los puntos críticos, compartir información y fortalecer la preparación para las crisis.
El PMA y la FAO necesitan urgentemente fondos para atender de inmediato a los más vulnerables. En 2022, el PMA y sus socios proporcionaron asistencia alimentaria y nutricional a más de 140 millones de personas, sobre la base de un récord de 14 mil millones de dólares en contribuciones, incluidos 7.3 mil millones solo del gobierno de los Estados Unidos.
El PMA envió más de 3.000 millones de dólares en transferencias de efectivo a personas en 72 países y apoyó programas de alimentación escolar en 80 países, incluidos 15 millones de niños a través de apoyo directo y más de 90 millones de niños a través del fortalecimiento de los programas nacionales de alimentación escolar del gobierno.
Por su parte, la FAO ha invertido mil millones de dólares para apoyar a más de 40 millones de personas en las zonas rurales a través de intervenciones agrícolas urgentes. Estas actividades se centraron principalmente en los 53 países enumerados en el Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias.
Asimismo, el Banco Mundial está proporcionando un programa de seguridad alimentaria y nutricional de 30 000 millones de dólarespara el período de 15 meses hasta junio de 2023, incluidos 12 000 millones en nuevos proyectos, todos los cuales se iniciaron antes de lo previsto y 3.500 millones en nuevo financiamiento para la seguridad alimentaria y nutricional en puntos críticos.
Hasta ahora, la nueva ventanilla para las crisis alimentarias del FMI ha respaldado a Ucrania, Malawi, Guinea y Haití, mientras que nueve países que enfrentan inseguridad alimentaria aguda se han beneficiado de su asistencia financiera a través de programas nuevos o ampliados, con un enfoque en el fortalecimiento de las redes de protección social y las políticas para ayudar a hacer frente al impacto de la crisis alimentaria.
Facilitar el comercio y reforzar el papel del sector privado
Los países deben minimizar las distorsiones del comercio, fortalecer la provisión de bienes públicos y permitir que el sector privado contribuya significativamente a mejorar los resultados de seguridad alimentaria. Reiteramos nuestro llamamiento urgente a los países para que eviten políticas como las restricciones a la exportación, que pueden impedir el acceso a los alimentos de los consumidores pobres de los países importadores de alimentos de bajos ingresos.
Asimismo, apoyar las medidas de facilitación del comercio para mejorar la disponibilidad de alimentos y fertilizantes, apoyar las iniciativas de financiación del comercio de manera transparente y no discriminatoria; y el cumplimiento de los compromisos contraídos en la 12ª Conferencia Ministerial de la OMC.
Si bien los países han levantado determinadas prohibiciones de exportación de trigo y arroz, las nuevas restricciones y prohibiciones a la exportación, en particular las hortalizas, obstaculizan la disponibilidad en los mercados mundiales. La seguridad alimentaria mundial puede mejorarse si los gobiernos apoyan tanto a los productores como a los consumidores de alimentos de manera inteligente y específica, por ejemplo, fortaleciendo la provisión de bienes públicos de manera que mejoren de manera sostenible la productividad agrícola.
Los países pueden utilizar sistemas de cupones electrónicos para fertilizantes y evitar la contratación pública a gran escala y los sistemas de distribución subsidiados, ya sea en insumos agrícolas o productos agrícolas, que desplazan al sector privado.
La Plataforma Mundial de Seguridad Alimentaria de IFC, dotada con el Grupo Banco Mundial, con un acuerdo de 6.000 millones de dólares, ayuda a los agricultores a acceder a fertilizantes y otros suministros esenciales, al tiempo que ayuda a las empresas privadas a realizar inversiones a largo plazo, centrándose en mejorar la resiliencia de los sistemas agroalimentarios y la eficiencia en el uso de fertilizantes.
Recomendaciones de rigor
Los países deben reformar y reorientar los subsidios universales generales hacia programas temporales y mejor orientados para la seguridad alimentaria mundial y los sistemas alimentarios sostenibles, teniendo en cuenta aspectos clave de (i) eficiencia, (ii) costos y sostenibilidad fiscal, (iii) flexibilidad, (iv) complejidad administrativa, (v) equidad, y (vi) creación de resiliencia y sostenibilidad.
La mayor parte de la respuesta mundial de protección social a la inflación adopta la forma de subsidios, la mitad de los cuales no son específicos, son ineficaces y costosos para los gobiernos ya limitados. Debería intensificarse la asistencia a los países para fortalecer y aplicar estrategias de protección social amplias, viables y sensibles a las crisis. Las políticas y reformas respaldadas por el financiamiento del FMI y el Banco Mundial se han centrado en la transición de las políticas a enfoques más específicos.
Los países deben revisar y reformar su apoyo a la agricultura, que ascendió a alrededor de 639 mil millones de dólares al año entre 2016 y 2018, y ha ido en aumento desde entonces. De cada dólar gastado, solo 35 centavos terminan yendo a los agricultores. Gran parte de este apoyo fomenta el uso ineficiente de los recursos, distorsiona los mercados mundiales o pone en peligro la sostenibilidad medioambiental, la salud pública y la productividad agrícola.
Sin ignorar las compensaciones inherentes asociadas a las reformas políticas a gran escala esta financiación debe reformarse y reasignarse de manera que se refuerce la resiliencia y la sostenibilidad del sistema agroalimentario, como la adopción de buenas prácticas agrícolas, la investigación y la innovación (incluida la eficiencia de la aplicación de fertilizantes y las alternativas a los fertilizantes sintéticos).
Asimismo, servicios de extensión y asesoramiento, infraestructura y logística mejoradas, y tecnologías digitales que mejoran la productividad de manera sostenible. La nueva estrategia de ciencia e innovación de la FAO y las perspectivas de las tecnologías e innovaciones de los sistemas agroalimentarios, así como la iniciativa Un CGIAR, desempeñan un papel central en estas áreas para beneficiarse de las reformas globales de cada país.Los llamamientos se suceden … la crisis empeora…pero el capitalismo sigue ausente del debate.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra, ex miembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas , Palacio de Naciones Unidas (ONU- Ginebra) Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)