Tendencias del empleo juvenil, nuevos sofismas y promesas neoliberales
Eduardo Camín
La recuperación del empleo juvenil sigue produciéndose a un ritmo lento, según un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el que se confirma que la pandemia de Covid-19 ha perjudicado a los jóvenes más que a cualquier otro grupo de edad: hay en el mundo 73 millones de jóvenes desempleados.
De los resultados del informe Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2022: Invertir en la transformación de futuros para los jóvenes se desprende que la pandemia ha exacerbado los numerosos retos que afrontan los jóvenes de 15 a 24 años en el mercado de trabajo, al padecer desde principios de 2020 una pérdida porcentual de empleo mucho mayor que la de los adultos.
Se calcula que hay 73 millones de jóvenes desempleados en todo el mundo, lo que constituye una leve mejora con respecto al valor registrado en 2021 (75 millones), si bien sigue habiendo seis millones de jóvenes desempleados más que antes de la pandemia de 2019, sin olvidar que antes de la pandemia eran tres veces más proclives que los adultos a estar desempleados. La crisis amenaza ahora con exacerbar la desigualdad entre países y a escala nacional.
La proporción de jóvenes desempleados o que no siguen ningún programa educativo o de formación (jóvenes “nini”) en 2020, el último año para el que se dispone de datos a escala mundial, aumentó hasta alcanzar el 23,3%, lo que representa un incremento de 1,5 puntos porcentuales con respecto al año anterior, proporción no alcanzada al menos desde hace 15 años.
El citado grupo de jóvenes, en particular, corre el riesgo de que sus oportunidades y logros en el mercado de trabajo sigan viéndose mermados en el futuro a raíz de los efectos a largo plazo del aumento del desempleo juvenil.
La situación de los jóvenes es peor en el caso de las mujeres que en el de los hombres, lo que pone de relieve una relación empleo-población mucho menor. El informe señala que para 2022 el 27,4% de las mujeres jóvenes de todo el mundo estén empleadas, frente al 40,3% de hombres jóvenes. Ello pone de manifiesto que los hombres jóvenes son casi 1,5 veces más proclives a tener empleo que las mujeres jóvenes.
La brecha de género, que ha dado pocas señales de reducirse a lo largo de los últimos dos decenios, es mayor en los países de ingresos medianos bajos, a saber, de 17,3 puntos porcentuales, y menor en los países de ingresos elevados, en los que se registran 2,3 puntos porcentuales.
Diferencias a escala regional
La OIT prevé una recuperación dispar del desempleo juvenil con respecto a los países de ingresos bajos o medianos y los países de ingresos elevados. Éstos son los únicos en los que cabe esperar que para finales de 2022 se alcancen índices de desempleo juvenil equiparables a los de 2019, al tiempo que en los demás grupos de países por ingresos se prevé que dichos índices se mantengan más de un punto porcentual por encima del valor registrado antes de la crisis.
En los países de América Latina, el índice de desempleo juvenil sigue siendo muy elevado, y se prevé que alcance el 20,5% a fines de 2022. Históricamente, dicho índice de desempleo ha sido más elevado en el caso de las mujeres que en el de los hombres, aunque la crisis exacerbó esa tendencia. La situación es muy diferente en América del Norte, en la que se prevé que el índice de desempleo juvenil alcance un 8,3%, proporción inferior al promedio mundial.
En Europa y Asia Central se prevé que el índice de desempleo juvenil rebase en 1,5 puntos porcentuales el valor promedio mundial, con un 16,4% frente al 14,9%, respectivamente. Pese a que se han logrado avances sustanciales en cuanto a reducción del desempleo juvenil, ya sea el que afecta a mujeres o a hombres, cabe esperar que los efectos del conflicto en Ucrania, tanto los reales como los susceptibles de producirse, influyan en los resultados.
Por otra parte prevé que el índice de desempleo juvenil en la región de Asia y el Pacífico alcanzará el 14,9% en 2022, la misma proporción que el valor promedio mundial, si bien existe una amplia disparidad en cuanto a subregiones y países.
El índice de desempleo juvenil del 12,7% en África no tiene en cuenta el hecho de que muchos jóvenes han decidido abandonar por completo el mercado de trabajo. En 2020, más de uno de cada cinco jóvenes africanos estaba desempleado o no seguía ningún programa educativo o de formación (jóvenes “nini”), situación que se ha visto agravada desde entonces.
Los Estados árabes poseen el índice de desempleo juvenil más elevado y de aumento más rápido en todo el mundo, y se prevé que alcance el 24,8% a fines de 2022. La situación es peor en el caso de las mujeres jóvenes de esa región, con un 42,5% de desempleadas, casi el triple del valor promedio mundial para las mujeres jóvenes (14,5%).
Oportunidades en las economías verde, digital y asistencial
Tanto las mujeres como los hombres jóvenes pueden beneficiarse del desarrollo de las economías verde y azul (relativa a la utilización de los recursos oceánicos de forma sostenible). Según se señala el informe, para 2030 podrían crearse 8,4 millones de nuevos empleos para jóvenes mediante la aplicación de medidas políticas de índole verde o azul.
Por otro lado, la realización de inversiones específicas en tecnologías digitales podría contribuir sustancialmente a la creación de empleo juvenil. En el informe se destaca que, de alcanzarse una cobertura universal de banda ancha, podría lograrse un aumento neto de 24 millones de empleos en todo el mundo, de los cuales 6,4 millones corresponderían a personas jóvenes.
Martha Newton, Directora General Adjunta de Políticas de la OIT señaló que “La necesidad más acuciante de los jóvenes es contar con un mercado de trabajo eficaz, que brinde oportunidades de empleo decente a los jóvenes que ya forman parte de ese mercado de trabajo, y oportunidades de educación y formación de calidad a aquellos que aún no se han incorporado al mismo.»
La inversión en sectores asistenciales (sanidad y educación) redunda en beneficio de los jóvenes en relación con cuatro aspectos fundamentales: la mejora de las perspectivas de empleo juvenil, la facilitación de la permanencia en el mercado de trabajo de personas jóvenes con responsabilidades familiares, la promoción del bienestar de los jóvenes al ampliar sus oportunidades educativas y de formación y mejorar su asistencia sanitaria,
Y, a raíz de todo lo anterior, contribuiría a la disminución de la proporción de jóvenes “ninis”, especialmente en el caso de las mujeres. En el informe se prevé asimismo que las inversiones en los sectores asistenciales faciliten para 2030 la creación de 17,9 millones de nuevos empleos destinados a jóvenes, tanto en dichos sectores asistenciales (14,4 millones de empleos) como en otros sectores (3,4 millones de empleos).
En el informe de la OIT también se pone de relieve que la adopción de medidas en las economías verde, digital y asistencial de forma conjunta, en el marco de un gran impulso inversor, daría lugar a un aumento del producto interior bruto (PIB) mundial del 4,2% y contribuiría a crear 139 millones de nuevos empleos para personas de todas las edades en todo el mundo, de los cuales 32 millones corresponderían a empleos para jóvenes.
Trabajo decente… sofismas (in)decentes
Según se desprende del estudio, la inversión en los citados sectores debe ir acompañada del fomento de condiciones de trabajo decentes para todos los jóvenes. Ello incluye el respeto de sus derechos y garantías fundamentales, en particular la libertad de asociación, el derecho a la negociación colectiva, la igualdad de remuneración por un trabajo de igual valor y la erradicación de la violencia y del acoso en el trabajo.
Juan Somavia director general de la OIT entre 1999 y 2012, fue quien acuñó el término trabajo decente, que es aquel que “busca expresar lo que debería ser, en el mundo globalizado, un buen trabajo o un empleo digno”. Su construcción se basa en cuatro objetivos vinculados con la dignidad humana que son inseparables, están interrelacionados y se refuerzan mutuamente.
El concepto de trabajo decente, que promueve la OIT desde 1999 e institucionaliza la Declaración de la OIT de 2008 sobre la justicia social para una globalización equitativa, es uno de los objetivos de desarrollo sostenible.
Dos ideas fundamentales resumen la respuesta de la OIT a la globalización y la crisis económica, y sirven de parámetro para examinar los progresos logrados en la consecución de ese objetivo de desarrollo sostenible y la coherencia de las últimas reformas laborales con los estándares que establece la Organización: proteger los derechos de los trabajadores y situar el empleo y la protección social en el eje de las políticas.
Las oportunidades de empleo: La promoción del empleo en un entorno sustentable, en el que las personas puedan adquirir y actualizar sus capacidades y competencias. Implica la sostenibilidad de las empresas para hacer posible la generación de oportunidades y perspectivas de empleo e ingresos para todos empleos verdes. El objetivo es que la sociedad pueda conseguir sus objetivos de crecimiento económico y de progreso social, y alcanzar un buen nivel de vida.
El respeto, la promoción y la aplicación de los principios y derechos fundamentales en el trabajo: Entre ellos, la abolición del trabajo infantil, el trabajo forzoso y la trata de seres humanos. Se busca garantizar la libertad de asociación y el derecho a la negociación colectiva y erradicar la discriminación por razones de género, sin dejar atrás a otros colectivos vulnerables: jóvenes, desempleados de larga duración, personas con discapacidad, inmigrantes y personas mayores, algunos de los más afectados por la pandemia de covid-19.
La protección social: Incluye la ampliación de la seguridad social y la aplicación de medidas para proporcionar ingresos básicos a quienes los necesiten. Busca mejorar la capacidad de respuesta ante las nuevas necesidades e incertidumbres generadas por la rapidez de los cambios tecnológicos, sociales, demográficos y económicos. Y regular las condiciones de trabajo, garantizando la salubridad y seguridad, así como los salarios y las horas de trabajo.
El diálogo social y el multilateralismo: Adaptar la aplicación de los objetivos estratégicos a las necesidades y circunstancias de cada país. Traducir el desarrollo económico en progreso social y el progreso social en desarrollo económico. Facilitar el consenso de las políticas nacionales e internacionales que inciden en las estrategias y programas en materia de empleo y trabajo decente. Fomentar la eficacia de la legislación y las instituciones, las buenas relaciones laborales y el establecimiento de sistemas eficaces de inspección del trabajo.
El sujeto del trabajo decente es todo trabajador, tanto de la economía formal como de la economía informal. Incluye a los asalariados, los autónomos, los trabajadores a domicilio y familiares, y a los miembros de cooperativas y de unidades de la economía social. También contempla a los colectivos vulnerables que hasta ahora no han podido acceder a un empleo, elementos estos que se destacaron en la Declaración del Centenario de la OIT para el Futuro del Trabajo .
En este sentido, el sujeto del trabajo decente no es tanto el trabajador, sino la persona en sí: lo importante es que el trabajo sea productivo y le provea de los medios materiales o bienes económicos que necesita para subsistir.
En conclusión, el trabajo decente puede ser definido como aquel que tiene como fundamento la dignidad de la persona y como objetivo establecer cómo tiene que ser el empleo y en qué condiciones tiene que ser desempeñado. Es obvio que la promoción del trabajo decente, es un objetivo de desarrollo sostenible cuya consecución es todavía lejana, incluso en los países más avanzados.
En estas circunstancias, cobra sentido la tan citada imagen a propósito de la pandemia de COVID-19 de que todos estamos atrapados en la misma tormenta, pero navegamos en distintos barcos.
Independientemente de las buenas voluntades, el hecho de que las experiencias vividas sitúen a las personas, incluso a las que están muy cerca, en realidades completamente diferentes. Estamos frente a un nuevo sofisma del neoliberalismo que nos gobierna, un argumento que parece válido, pero que, en realidad, es inválido, al querer convertir la peor razón en la mejor, la mentira indecente de las eternas promesas.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra .Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)