Black Rock, cereales y guerra
Los fondos de inversión se apropian de Ucrania mientras Rusia dona alimentos al África Subsahariana
La suspensión unilateral del acuerdo generó un inmediato aumento de los precios internacionales de las materias primas. El último lunes, el Programa Mundial de Alimentos informó que los futuros de trigo y maíz se han incrementado más de un 8%. En el periodo que duró el acuerdo, el 50% de las exportaciones ucranianas se realizaron a través el puerto de Odesa, y la facturación rusa por venta de trigo se incrementó un 10% más que el promedio de años anteriores. Las terminales portuarias de Odesa son la principal zona de embarque de granos ucranianos hacia los estrechos del Bósforo y del Dardanelos para acceder al Mediterráneo.
Para darle continuidad al acuerdo, Moscú reclamó seis condiciones que no fueron garantizadas por la contraparte ucraniana ni por sus socios de la Organización del Atlántico Norte, OTAN:
- La reactivación de las coberturas de seguro para los barcos rusos, suspendidas por decisión de los organismos crediticios manejados desde el G7;
- la reconexión de su banco agrícola, Rosselkhozbank, al sistema SWIFT, que hasta el 21 de julio bloqueaban las transacciones interbancarias;
- la reanudación de los suministros de maquinaria agrícola, repuestos y mantenimiento garantizados por contratos firmados;
- el levantamiento de la prohibición de acceso a los puertos controlados por administraciones ligadas a los países de integrantes de la OTAN;
- la reactivación del conducto de amoníaco Togliatti-Odesa, paralizado por decisión de las autoridades de Kiev; y
- el desbloqueo de los activos y cuentas extranjeras de las empresas rusas relacionadas con la producción y el transporte de alimentos y fertilizantes.
Ante la ausencia de respuesta por parte de las autoridades de Kiev, el Kremlin anunció la suspensión del acuerdo, advirtiendo que podría retomar el mismo cuando se cumplan las condiciones requeridas. Sin embargo, los detonantes de la suspensión se relacionan con el segundo atentado ucraniano contra el Puente de Kerch, que une a Crimea con el territorio ruso de Krasnodar, la desconexión de la red de agua potable de la península y la utilización de municiones de racimo –suministradas por Estados Unidos–, prohibidas por un tratado internacional rubricado por 111 países.
Otro de los argumentos esgrimidos por Moscú para suspender el tratado se relaciona con el destino de las exportaciones ucranianas: el memorándum original invocaba la seguridad alimentaria del Sur Global, sobre todo la vinculada con el África subsahariana. En el último año, Kiev exportó 32,6 millones de toneladas de cereales desde los puertos de Odesa, Yuzhni y Chornomorsk, pero más del 70% de esas remisiones fueron destinadas a países de ingresos altos y medios, incluyendo a la Unión Europea.
Las naciones más necesitadas –entre ellas Etiopía, Sudán y Somalia, Yemen y Afganistán– apenas recibieron un 2,6% de los envíos. Además, los responsables de administrar y gestionar las exportaciones están ligados a Black Rock, el mayor fondo de inversión a nivel global, que maneja una cartera de 117.600 millones de dólares, un monto que equivale al PIB anual de Alemania, Francia e Italia juntas. Su máximo referente es el integrante de la junta directiva del Foro Económico Mundial de Davos, Larry Fink, recientemente nombrado por Volodimir Zelensky como referente del Fondo de Desarrollo de Ucrania (UDF), que se hará cargo de la gestión de recursos y de la reconstrucción del país.
Council, Davos y Ucrania
Una de las iniciativas promovidas por Black Rock es la utilización de las reservas rusas incautadas por los gobiernos de Estados Unidos, Australia, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y la Comisión Europea. El total de dichos activos alcanza los 300.000 millones de dólares, aproximadamente la mitad de las reservas extranjeras de Rusia radicadas en el exterior. Dos terceras partes de ese dinero se encuentran congeladas en cuentas europeas. La sugerencia de Black Rock fue difundida en un documento del Consejo de Relaciones Exteriores, uno de los think tanks más influyentes de los Estados Unidos, del cual Larry Fink es miembro.
Luego de la suspensión del tratado, los misiles rusos arrasaron con 60.000 toneladas de granos depositados en los silos de Odesa, según informó el ministro de Agricultura ucraniano, Mikola Solsk. En referencia a la destrucción de la infraestructura portuaria, el gobernador de la región de Odesa, Oleg Kiper, asumió que “lamentablemente no es posible interceptar todos los misiles, en particular los hipersónicos Kh-22 y Onyx”, que viajan a baja altura y se movilizan con una velocidad tres veces superior al sonido.
La retirada del acuerdo, comunicada por el Kremlin, incluyó advertencias del Ministerio de Defensa ruso sobre el bloqueo de los puertos administrados por Zelensky y Black Rock: “Todos los buques que naveguen en aguas del mar Negro con destino a puertos ucranianos serán considerados buques potencialmente portadores de carga militar (…) Los países de bandera de estos buques serán considerados parte del conflicto”. El canciller ruso, Serguéi Lavrov, manifestó a su homólogo turco, Hakan Fidan, que el fin del acuerdo significa “la retirada de las garantías de seguridad de navegación”.
Los líderes de la Unión Europea y las autoridades estadounidenses condenaron la resolución rusa y advirtieron sobre las consecuencias de una posible hambruna en los países del sur Global. Frente a esas admoniciones, el mandatario Vladimir Putin aseguró que “nuestro país es capaz de sustituir el grano ucraniano tanto sobre la base comercial como la gratuita para los países africanos más necesitados, sobre todo porque esperamos otra cosecha récord este año”. En su intervención de la última semana, agregó que la Federación suministró 11,5 millones de toneladas de cereales a naciones del continente africano en 2022, y casi 10 millones de toneladas en los primeros seis meses de este año, a pesar de las sanciones impuestas a las exportaciones rusas.
Para evitar las potenciales externalidades negativas de la decisión de Moscú, Putin añadió que su gobierno intenta “participar de una manera activa en la formación de un sistema más justo de la distribución de recursos” y que “aplicamos los esfuerzos máximos para impedir la crisis alimentaria global”. Respecto al futuro, las autoridades moscovitas aseguraron que en los próximos cuatro meses entregarán en forma gratuita entre 25 y 50.000 toneladas de cereal a Burkina Faso, Zimbabue, Mali, Somalia, República Centroafricana y Eritrea.
Esos compromisos se comunicaron oficialmente en la cumbre Rusia-África que se inició el último jueves en San Petersburgo. La recepción de los 17 jefes de gobierno africanos tuvo como prólogo un documento en el que Moscú se compromete a apoyar al pueblo africano “en su lucha por la liberación de la opresión colonial”. En forma paralela, el coordinador estadounidense de la política de sanciones del Departamento de Estado de Estados Unidos hacia Rusia, James O’Brien, aceptó en una audiencia ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado que “las sanciones occidentales no han destruido –como se esperaba– la economía rusa”.
Entre el 22 y el 24 de agosto próximo se llevará a cabo en Johannesburgo la 15ª Cumbre de países integrantes de los BRICS, conformados por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En junio pasado, el portal francés Opinion informó que Macron le solicitó a su homólogo Cyril Ramaphosa la posibilidad de participar en la cumbre en Sudáfrica, iniciativa que sorprendió a los cinco líderes de los países miembros. Por su parte, el portal News24 confirmó que el mandatario francés no será invitado.
La guerra continúa en el este europeo, mientras los fondos de inversión siguen apropiándose de la riqueza global, desafían, sustituyen y/o desintegran las soberanías nacionales.
*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)